2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Primero se acaba el helecho que los marranos

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

El título de este artículo también pudo ser, “primero se acaba la aguamasa que los marranos” o “para la pendejada no hay nada”. Dos episodios recientes han revivido esos viejos dichos que en Antioquia han sido famosos entre nuestros abuelos, pero que parece la posteridad no asimiló, por lo menos en uno de esos acontecimientos que sucedió entre nosotros.

Por todos es conocida la estafa que en Medellín dirigiera el duque de Estrada y Cardona, donde las primeras víctimas fueron dos jóvenes abogados que le creyeron su macondiana historia, más propia de alguna leyenda escrita por García Márquez, que de la realidad de esta Antioquia tan avispada y arisca. El duque Estrada tejió una novela de ficción que cuesta creer que personas normales pudieran creer. Les vendió el cuento de ser heredero no solo de un título nobiliario en España sino de una fortuna que cuando cumpliera determinados requisitos, le sería entregada. Semejante cuento chino le resultó creíble a ingenuos amigos del embaucador. Viajaron a España para enterarse de los trámites judiciales y administrativos que allá se realizaban. Obvio, fueron viajes frustrados y ni así despertaron sus inocentes víctimas. Cuando ya les había succionado más de mil quinientos millones de pesos el duque de marras emprendió las de Villadiego. Hoy no se conoce su paradero.

En la élite bogotana, entre lo más granado de la oligarquía capitalina, apareció un mago que anunciaba entre sus conocidos y familiares que estaba en capacidad de poner a rentar dinero al 40 % mensual, algo inusitado, que supongo es una rentabilidad que no se obtiene con ningún tipo de negocio ilícito. El prestidigitador, de noble y solvente familia, pescó incautos a quienes les ofreció ganancias exorbitantes con inversiones en ganado vacuno. Le creyeron y le entregaron dinero a manos llenas. Esperaban ganancias faraónicas. La mejor carta de presentación del “avión” de los negocios era que provenía de una familia de famosos ganaderos, dedicados históricamente a la crianza de toros de lidia. A las redes del encopetado ganadero fueron a parar decenas de ingenuos pescadores del dinero fácil. Detrás de la “genial idea”, lo que existía era una prosaica o burda pirámide, tal cual la que David Murcia promocionó hace varios años en nuestra ingenua y casta Colombia. Los amigos del avivato ganadero nunca presumieron de una pirámide, ni presagiaron que no había tal ganado vacuno ni tales tierras prósperas, donde estos pastaban. El candor en su máxima expresión.

Inexplicable que, con tan abundantes, conocidas y trágicas experiencias, aún sigan viviendo personas que creen que existen negocios prodigiosos. Se les olvidó el dicho de los abuelos: “De eso tan bueno no dan tanto” y definitivamente, primero se acaba el helecho que los marranos.