6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Los Petro y el drama de una familia destrozada

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez (foto)

Esta semana que termina vino a dejar al descubierto la confrontación, que ya se vislumbraba, entre Gustavo Petro, presidente de Colombia y su hijo Nicolás. No es un rompimiento cualquiera, no es una desavenencia de poca monta. Petro-padre se desmarca de las posibles acciones non santas de su hijo y su hijo lo pretende vincular ante la justicia como parte de estas actividades y de contera deslegitimar su mandato presidencial. 

Cuando la adolorida exesposa de Nicolás Petro, doña Day Vásquez, a principios de marzo de este año, lanzó acusaciones contra Nicolás Petro y algunos de sus amigos, sobre dineros que este habría recibido de personas con un pasado dudoso, el presidente Gustavo Petro se desmarcó inmediatamente del problema planteado, manifestando que “Yo no lo crie, esa es la realidad”. Esa frase, llena de mucha frialdad, pero además de una amarga realidad, pues en verdad el presidente no pudo estar cerca de su hijo en sus primeros años de vida por su vinculación con un grupo guerrillero, es seguramente el detonante de la distancia entre padre e hijo, que esta semana alcanzó su máximo nivel cuando Nicolás Petro, en un proceso de colaboración con la justicia, señaló a la campaña presidencial de recibir parte de los dineros que le fueron entregados por oscuros personajes de la costa caribe.  

No es mi propósito aquí hablar de las acusaciones contra Nicolás Petro Burgos, ni de las que este hace contra su padre y la campaña de este, para llegar a la presidencia de Colombia. Me ocuparé exclusivamente del drama humano que viven los protagonistas y su familia, que debe ser terrible y que desborda cualquier humanas previsión.  

¿El hijo contra el padre? Doloroso. Terrible.  

¿El padre contra el hijo? Brutal. Increíble. 

Veo a Gustavo Petro haciendo pronunciamientos sobre el tema con altura, pero distante de su hijo; como estadista, pero alejado del señalamiento que recibe de la justica su hijo Nicolás. Veo a un hijo adolorido, queriéndose salvar a costa de la ruina de su padre y de la deslegitimación del mandato que recibió éste en las urnas. Amargo por donde se observe. También queda en claro que esa distancia entre ambos puede tener dos orígenes: El dolor de un vástago por el frío señalamiento de que “yo no lo crie” o la realidad de una distancia que la vida marcó entre ambos desde la niñez de Nicolás, por los compromisos “militares” de Gustavo con el M-19. No cabe otra explicación. Mientras tanto los otros hijos de Gustavo Petro y hermanos de Nicolás, deben mirar estupefactos, adoloridos e incrédulos lo que sucede en su entorno familia. Se están destrozando y están acabando con un proyecto de vida que labraron por muchísimos años, con la colaboración y el apoyo de millones de colombianos, que miramos expectantes cómo va muriendo una esperanza.  

La verdad y en el fondo, alguno miente. La justicia debe actuar con prontitud y sin apasionamientos políticos. El asunto se debe mirar como un hecho que merece saberse como realmente sucedió y no como una oportunidad de acabar con Gustavo Petro. La patria está por encima de todos los protagonistas de la historia.