1 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Bendita, bendita, bendita navidad

 

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto)

«No salga de sus bocas ni una palabra mala,

 sino la palabra que hacía falta

y que deja algo a los oyentes.» – Carta a los Efesios.

¿O Maldita Navidad? Así lo ha gritado por años un cantante de nombre Gabriel Romero. Maldición contra la Navidad que lanza 12 veces en las pocas estrofas del impío y ofensivo canto.

Ese abusivo canto lo tituló con ese nombre, sin ningún asomo de piedad y con sumo irrespeto por la celebración del trascendental acontecimiento para los cristianos: el nacimiento del Mesías.

La Navidad es una celebración santa de los cristianos.  Jesús, el Mesías, cuyo nacimiento celebramos es santo y no puede ser objeto de maldición.  Es un blasfemo quien maldice a la Navidad y con ello a Jesús, la Virgen María y a San José.  Hiere quien maldice a la Navidad a los sentimientos religiosos más intensos de los cristianos.

La maldición se opone a la bendición.  Quien maldice invoca al mal (mal – dice, dice el mal). Frente a este blasfemo canto no estamos sólo ante un asunto de fe sino también de un derecho inalienable. En estos días de Navidad siempre corresponde a los padres y maestros formar en el valor y valía de la diversidad religiosa. Derecho y deber presente en la declaración de “Los 30 derechos de los niños y las niñas de la Convención de los Derechos del Niño” que en el número 9 de los mismos dice: “El niño tiene libertad de pensamiento, conciencia y religión, y los Estados respetarán los derechos y deberes de los padres de guiar al niño en ejercicio de su derecho.”

Fue años atrás cuando en los días navideños, Quique el hijo mío de muy pocos años y alta sensibilidad, como los de su tierna edad, entendió la ofensa y el sacrilegio. Me expresó su queja, pidiéndome que no dejará que en las emisoras de radio volvieran a poner el infausto canto, diciéndome: “ese señor cómo se atreve a decir que la Navidad es maldita. Escríbale al presidente”, finalizó diciéndome en mitad de su dolor por la ofensa recibida en su inocente alma con la infausta composición. (Lea la columna).