Es evidente por lo que ha trascendido hasta el momento y por las múltiples versiones que en uno y otro sentido se han entregado a los medios de comunicación, que alrededor del espantoso atentado contra la escuela de policía “General Santander” el pasado 17 de enero, alguien está mintiendo.
Lo peor del asunto es que el mentiroso no es cualquier don nadie pintado en la pared, sino uno de los más calificados y reconocidos funcionarios de la órbita estatal: El ministro de la defensa, Guillermo Botero o el fiscal general de la nación, Néstor Humberto Martinez.
Cada uno, desde la altura de su cargo y responsabilidad, se ha encargado desde ese fatídico día de sembrar más y más dudas en la comunidad, y sin darse cuenta del error — algo que parece inverosímil – se han aferrado a las iniciales versiones suministradas desde el principio, generando una ola de incredulidad y desconfianza en la palabra oficial que a nadie conviene, y mucho menos al gobierno.
Doce días después del criminal acontecimiento, con razón condenado desde todas las esferas gubernamentales y sociales del mundo, no se conoce a ciencia cierta algo tan elemental como establecer la forma en que entró el vehículo bomba a la escuela, ya que son diametralmente opuestas las versiones ofrecidas por los dos altos funcionarios, lo que deja en plena evidencia que uno de ellos está faltando a la verdad. (Lea la columna).
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