30 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Aparte de las demás

carlos alberto

Por Carlos Alberto Ospina M. 

A tal punto llegó la situación de lloriqueo que no dan lástima. La invención de que son la “primera línea” de la lucha por ciertas reivindicaciones sociales no deja de ser una frase hueca y lanzada al vacío. Detrás de los disturbios calculados, las asonadas premeditadas, los ataques y los múltiples actos vandálicos están personajes de espíritu maligno movidos por intereses politiqueros. De antemano, es imposible razonar con quien vive cegado por el odio, la inconsciencia y el fuego encendido de determinadas ideas, de por sí, incoherentes. 

A voz en grito injurioso, ultrajes, arrogancia, y causando dolor físico o moral a los demás, nadie tiene derecho a reclamar “educación gratuita”, aunque sustente el estado de ignorante en la carencia de entereza. El desprecio que demuestran por los otros, el irrespeto a las mínimas normas de convivencia ciudadana, las acciones indignas y la humillación a que someten a los uniformados, ratifican que la corta instrucción no es debido a la ausencia de oportunidades, sino que responde a una calculada posición de combate. La primera ira, así deberían identificarse, aquellos rústicos trúhanes encargados de hacer reír a los autores del caos. Aquellas figuras de pasado oscuro que lanzan falsas noticias, tiran la piedra y esconden la mano; cuyo modus operandi anida en la esfera de las bajezas e intrigas de diversa índole. 

Los disfrazados delincuentes exigen condenas ejemplarizantes a los excesos de la fuerza pública, a la vez que se creen con la potestad para exonerar a los indignados que decapitaron a un motociclista con un cable que pusieron de lado a lado de la vía pública. Sin mutación de la justicia, “o todos en la cama o todos en el suelo”.  La verdad indubitable de la vulneración de los derechos humanos es aplicable a las víctimas, como señala la expresión “venga dios y véalo”, para que no haya duda de favorecimiento alguno. Cuento de cuentos ese que ‘nos están matando’ al mismo tiempo que atacan sin compasión y extrema sevicia a quienes los confronta con base en la ley y la Constitución. Por antonomasia, de la noche a la mañana, adquieren el título particular de reivindicadores de la deuda social, presumidos caudillos en “defensa” de la mayoría ciudadanos y jactanciosos maestres de campo general sobre tierra quemada.  

¿Quién dijo que el adjetivo ‘joven’ otorga patente de corso? Sin conocer el significado elemental de los deberes, ¡jamás!, podrán distinguir el alcance de los derechos individuales y colectivos. Por arte de encantamiento no se suplen las diferentes necesidades, ni llueve maná del cielo, para llenar la barriga de los descontentos. Nada regalado se valora. Sin coste los mediocres se convierten en plaga devastadora que arruina el entendimiento y paraliza la evolución de la raza humana. 

La sociedad en su conjunto cae en el anquilosamiento en la medida que reproduce esquemas sobreprotectores de permanente asistencia social que favorecen la improductividad; comenzando por el mínimo esfuerzo, la destrucción de los recursos públicos, la vagancia intelectual y la apatía para generar conocimiento. 

La torcida intensidad física de unos sujetos enardecidos no representa fuerza moral. Los habituales alaridos de ciertos grupos de jóvenes en nada se asemejan al llamado desesperado de auxilio en razón a que, sustituyen el argumento; por la ira, la insolencia y la imposición. Su natural estado consiste en exigir, demandar exenciones, descalificar, oponerse a la autoridad y concebirse como el centro del universo en virtud de la condición de juventud. ¡Qué importa no ser “políticamente correcto”! puesto que les falta mucha diligencia para lograr algo con base en esfuerzo propio, trabajo, empeño, continuidad y coherencia de pensamiento.  

Sería ideal que ‘La primera línea’ buscara instituir escuela con el objetivo de mejorar la sociedad a partir de la transparencia, la inspiración, el sentido común, la capacidad de adaptación, el desprendimiento, el juicio ponderado y el amparo del ánimo democrático. Jóvenes que luchen por cautivar la no violencia, y echen de ver la importancia de preservar los valores del respeto, la equidad y la solidaridad. Muchachos que acepten que son una parte del todo y no, el ombligo del mundo. 

Varios jóvenes pretenden ser “hijos de la revolución” tutelados por la ley del embudo y los privilegios no ganados en buena lid.