He leído en estos días con entusiasmo un libro de Jean Daniel el inmenso periodista amigo de Camus sobre quien escribió una biografía esencial en la cual recupera para siempre la dimensión de un pensador que nunca claudicó ante los chantajes de los totalitarismos. Y este libro de memorias “Los míos” es un esclarecedor análisis de lo que supuso su amistad con quienes debieron afrontar con valentía las turbulencias creadas por los enemigos de la libertad en su intento de borrar la cultura occidental, el nazismo, la amenaza de ese espejismo que para muchos intelectuales supuso el comunismo, ese acontecimiento crucial que dividió a los franceses, la guerra de Argelia. Lo que Daniel desvela a través de la cautivante claridad de su estilo es el hecho de que sin debates a fondo, sin intercambios, a veces feroces, de diferentes puntos de vista, no hay posibilidad alguna de que se arroje luz sobre encrucijadas tan terribles que terminaron en muchos casos por destruir la misma amistad. Todo esto sirvió para tener que reconocer que después de la guerra del 14 una idea de Europa se había hundido para siempre y era necesaria la recuperación de los valores espirituales de la tradición. ¿Desilusión o nihilismo? O sea, amargura y decepción a nivel personal o el precipitarse en un hueco sin fondo. (Lea la columna).
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