Hubo una vez un noticiero colombiano que decidió tener una sección de buenas noticias: así de grave ha sido el asunto. Si la sección siguiera en pie, que podría seguir aunque fuera breve, esta semana contaría que los tenistas caleños Cabal y Farah se convirtieron en los merecidísimos campeones del torneo de dobles de Wimbledon. Y luego daría paso, por ejemplo, a los devastadores escándalos de corrupción en las filas del ejército, a los testimonios que podrían demostrar que los dineros nefastos de Odebrecht sí entraron a la campaña de Santos en 2014, a la fuga inverosímil del exjefe guerrillero Jesús Santrich –convertido, luego del acuerdo de paz, en un representante a la Cámara investigado por narcotráfico–, y a la extradición de Estados Unidos a Colombia de un exministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, que hace diez años era el verdadero candidato presidencial del uribismo.
Son, si uno las relee, noticias sobre nuestra eterna, profunda, comprensible, paranoica, peligrosa desconfianza en la justicia.(Lea el informe).
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