26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

50Ancón50: Un festival sin memoria

Oscar Dominguez

Por Oscar Domínguez 

Nota: Se están cumpliendo 50 años del histórico Festival de Ancón, que se realizó en La Estrella. El insuperable periodista Oscar Domínguez escribió varias crónicas recordando este hecho que dejó huella en la ciudad. 

Un festival sin memoria 

En su momento, Carolo, promotor de toda esa locura, anduvo en una de las ferias del libro bogotana promocionando su obra “El festival de Ancón, del quiebre histórico a la quiebra histórica”, editado por Lealón. El paquete incluye el disco conmemorativo con voces que cantaron en Woodstock, mencionados antes.  

Los libros venían con unas hojitas de marihuana. Juro por Nacho, mi chihuahua, que nunca me fumé esa yerbita. El libro que me regaló Carolo tiene una leyenda que dice: “… me di cuenta que Ancón es irrepetible y eso queda en nuestra memoria” 

Carlos Bueno Osorio, corresponsable del libro e historiador de Ancón, cuenta que, de regreso a Bogotá, el rockero Manuel V, o Quinto, líder de los mechudos de la Calle Sesenta, santuario del rock capitalino, a quien le habían dado en “cadena” de custodia 400 fotos y transparencias, afiches volantes y otros materiales, le prendió fuego a la pieza donde vivía. Milagro: Este material fílmico fue “lo” único que sobrevivió, informó la Estación Cien de la Policía. 

Otro material fue remitido a Canadá. Eran grabaciones en súper ocho, 16 y 35mm. La idea era “traducirlo” todo a Betamax, la joya de la corona de entonces. Tampoco funcionó: el hermano de Carolo, destinatario del archivo, murió. Nunca se supo en qué laboratorio quedó la memoria fílmica. 

Gringos de la Metro Goldwin Meyer, con león y todo, vinieron a filmar un documental en 35 mm. Nunca apareció el documental. 

Codiscos llevó equipo de grabación. Según Carlos Bueno los responsables de esa tarea enloquecieron. 

Queda la memoria y la amnesia de quienes asistimos, yo en calidad de fugaz enviado especial de Todelar y como tímido activista. (Bueno, solo estuvo un rato con mi novia, pero como unos marihuaneros me la querían incautar, nos tocó poner pies en polvorosa). También sobrevive el libro mencionado, y “El Pellizco”, un cadapuedario que des-orienta Carolo y que aparece cuando Dios quiere. Dios no quiere saber mucho de rock para no hacer quedar mal a “Nos” Tulio. 

Alucinar un festival 

Carolo (22 años, entonces) había estado en peregrinación en Bogotá mercando afiches para su anárquica “Caverna” en el pasaje Junín-Maracaibo. 

El azar lo conectó con el fallecido Humberto Caballero (20 años), Álvaro Díaz Manrique, Edgar Restrepo Caro, también q.e.p.d., y Manuel Vicente Peña, Manuel V o Manuel Quinto, también recogido por el silencio. 

Manuel V, convertido luego en adalid de los choferes no matones y en escritor, fue el único “muerto” de Ancón: una sobredosis de cacao sabanero lo puso fuera de combate durante 15 horas.  

Terminada la fiesta, Carolo, se le acercó y le dijo: “Nos vamos, esto se acabó, levántate y anda”. Y Manuel “resucitó”. Por ese milagro, y el del incendio en el Chapinero bogotano, sus fans han iniciado el proceso de beatificación de Carolo. En vida, claro. Rodrigo Maya Blandón está al frente del proceso. 

Cuenta otro biógrafo de Ancón, Gustavo Arenas, Doctor Rock, que los colinos bogotanos aterrizaron los ímpetus de Carolo y lo encarrilaron. Y “habemus” festival donde se dieron cita durante los tres días entre 200 y 300 mil entre curiosos, quinceañeras fugadas de la casa, enviados especiales, jipis, go-gós, ye-yés, nombres estos últimos tomados de estribillos de canciones de los Beatles. 

Según la letra menuda de Ancón, la primera iluminación sobre el festival la tuvo Carolo en San Andrés en un viaje de ácido. Dice que siguió a pie juntillas ese mandato sicodélico.  

Una veintena de conjuntos de música sicodélica y de protesta contaminaron el sector. Regular la calidad del sonido. A los conjuntos les cambiaban de nombre y de ropa y regresaban al escenario para prolongar la velada. 

La cuota musical la pusieron bandas como La Gran Sociedad del Estado, que abrió plaza, Los Monstruos, Flippers, Galaxia, Fraternidad, Blacks Stars, Stone Free, Speakers, Ampex, Yetis, Falcons, Terrón de sueños, y faltan datos de varios municipios. 

Cincuenta años después, “nosotros los de entonces que ya no somos los mismos”, nos tuteamos con proctólogos, urólogos y demás “ólogos” de la medicina prepagada y de las EPS. Pagamos nuestro entierro en cómodas cuotas mensuales.  

Empezamos a creer que no somos tan inmortales como nos creíamos. El bisturí ha cortado apéndices que sobraban. Diversas prótesis han remplazado piezas originales. Ennietecemos pacíficamente. Acumulamos tantos almanaques que ya no tenemos necesidad de mentir. Si mucho, aspiramos a merecer el rótulo de “señores”.

Por todo lo anterior, gracias, Ancón, por la conmoción provocada. (Líneas sometidas a latonería y pintura). (Crónica).