20 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Vivir en periodo de prueba

Por Oscar Domínguez G.

Desde este recinto del Concejo de Montebello, muy cerca del marco de la plaza, me permito reconocer que me siento tocado en el Cerro El Rodeo de mi vanidad, al recibir la resolución 001 de febrero 9 de 1991 por la cual se me felicita por mi actividad periodística.

Le agradezco al cancerólogo mayor y presidente del Concejo, doctor José Aníbal Cuervo Vallejo, exrepresentante a la Cámara, la presentación de la resolución respectiva, y a los honorables concejales y paisanos, la deferencia de haberla aprobado sin que hubiera mediado manzanillismo de mi parte.

Parodiando a don W. Shakespeare, estamos hechos de la misma tela de nuestro pasado y para mí este pasado empieza en este terruño donde nací cuando el río La Miel era apenas un anónimo aguacero.

Para que le vayamos jalando al respetico, nací en el exclusivo sector de La Travesía, en una casa donde me alegra haber visto una placa en mi nombre que dice: “Se forran hebillas y botones”.

Han caído muchos aguacates de los árboles de Montebravo – su nombre original- desde cuando nacimos y emigramos de estas fértiles tierras para hacer camino al andar, tratando de ser fieles al legado de los nuestros de trabajar duro, con ganas y honradamente. Nada de enriquecerse primero y honradecerse después, como dijo alguien.

La mejor herencia que recibimos de los viejos fue vivir siempre en período de prueba y en esas andamos, con la terquedad de la porfiada mujer del Garabato del cuento.

En mi caso, se ha dado la feliz ocasión de cumplir el mandato de vivir en período de prueba desde mi oficio de reportero. En este destino –como le dice doña Genoveva Giraldo, mi madre y paisana, aquí presente- me han antecedido personas como el propio doctor José Aníbal, y mi tío Julio Giraldo, excorresponsal de El Colombiano en tierras de Abejorral, adonde desertó de la vereda El Bosque para levantar mujer pispa y platuda, doña Marina Velásquez.

Modestia incluida, el sexapil del montebellense lo faculta para conseguir la mujer que quiere, no sólo la que puede, como les sucede a mortales nacidos bajos otros crepúsculos menos generosos.

Uno termina pareciéndose a su terruño, a su paisaje y a sus espantos. El frío de Montebello me ha servido para mirar a la cara la temperatura de Bogotá donde aspiro a merecer el título de “lagarto montebellense” hasta lograr que el acueducto sea una realidad de carne y tubo, y para que la capilla de Sabaletas –450 años añeja- siga meciéndose altanera.

Ya le hice lobby –lagartería en inglés- al acueducto ante el gobernador de Antioquia Gilberto Echeverri Mejía. Y lo hice a 30 mil pies sobre el nivel del charco en un vuelo entre Bogotá y Medellín en el que coincidimos.

Echeverri sugiere que se le presente una solución más viable que la barajada hasta hoy, o sea, la de llevar el agua al pueblo por el procedimiento de la gravedad.

Seguiremos buscándole la comba al palo del acueducto y una mejor vida a la histórica capilla de Sabaletas, convertida en monumento nacional por decreto 3003 de diciembre de 1984.

¿Pero qué es un monumento nacional sin plata? Es la vereda Las Delgaditas sin la leyenda de la Llorona que de chiquitos, cuando veníamos de vacaciones, no nos dejaba dormir. O es la finca Los Medios sin los adobes que la “piernipeludocracia” (jóvenes) de hace 60 años traía de allí para construirle a Dios la Iglesia de Montebello de la mano de Agustín Goovaerts, el arquitecto belga que también construyó el Palacio de Calibío, sede de la gobernación de Antioquia.

No vacilo en llamar a nuestro pueblo la tierra del amor porque es, a su vez, la tierra fácil para el aguacate, la fruta axfrodisíaca que le mete candela al idilio. Además, no olvidemos que en “ecuatoriano”, aguacate es sinónimo de enamorado.

La nostalgia es el espejo retrovisor del recuerdo, dicen los montebellacos, gentilicio medio incómodo que nos suele dar cierta oposición que no se atreve a decir su nombre, ni a mostrar la cara.  He querido hacer estas breves evocaciones nostálgicas a nombre mío y de los míos todos para que recordemos que venimos de parte aseada y sin pelos.

Que Dios que tiene tantos hinchas por estas breñas de menos de nueve mil habitantes sin contar los que hicieron anoche debajo de las cobijas, les devuelva tanta generosidad con intereses usurarios.

Muchas gracias.

Pie de foto: A partir de la derecha, los tres hermanos nacidos en la casa de La Travesía donde fue tomada esta foto con el paisaje de fondo:  Fernando, Rubiela y Óscar.