30 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Una pandemia desnuda y se come a la vieja escuela

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

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Dar clases”, “dictar clase”, “transmitir conocimientos”, “recitar la lección”, “preparar a los estudiantes”, “tomar notas” para el examen y “calificar” son siete expresiones de la arcaica pedagogía tradicional. Tienen verbos impropios que ya no representan la educación de hoy y que desde hace mucho tiempo han debido perder su vigencia. Tampoco, lo es, ni puede seguir siendo “preparar” a los estudiantes para el examen y para que el profesor cumpla con la rutina de “calificar”, un verbo que se asocia a buena parte del trabajo del profesor y la constante preocupación de los alumnos que en el modelo educativo vigente llegan a equipar progreso y aprendizaje con una buena calificación aunque no se haya aprendido nada relevante.

Las clases no “se dan” y  tampoco “se da”, se dona o se presta el aprendizaje. La información y los contenidos no “se dictan”. El dictado era práctica necesaria antes del invento de la imprenta de Gutenberg hace casi 600 años, de la difusión amplia de libros  y de la circulación masiva de información con la creación de Internet y en especial de la web en 1989.

El conocimiento “no se trasmite”, no es posible trasmitirlo, se aprende con esfuerzo dedicado de cognición y afecto de quien lo logra. Se ha confundido el suministro de información dictada con “transmitir” para enseñar. Sabemos que la información en sí misma no es conocimiento; ella necesita ser incorporada, contextualizada, procesada en el cerebro de cada uno para, con el apoyo de un buen maestro, consolidar nuevos saberes, nuevas actitudes, nuevos valores y el desarrollo pleno y sano de una personalidad socialmente productiva.

Las lecciones “no se recitan” como si fuesen estrofas métricamente elaboradas con finos versos. A los estudiantes “no se les prepara” para los exámenes, mucho menos para la prueba de Estado para bachilleres la cual ha sido muy probada como inútil; prueba que mide, pero no evalúa y tampoco promueve los aprendizajes del más alto nivel. Los proyectos de aprendizaje activo ayudan a los alumnos para que con variadas estrategias didácticas y recursos educativos desarrollen conocimientos y habilidades que concurran hacia las vías de una vida personal y socialmente gratificante y productiva en el Estado Social de Derecho, cumplidores de sus deberes, conscientes de sus derechos inalienables y de sus responsabilidades solidarias para vivir en paz. El juego perverso de  la examinación y la calificación (usualmente obtenida de cualquier manera) obstaculiza la consecución de estas altas metas formativas.

En el contexto de la actual pandemia ha adquirido visibilidad la educación denominada virtual y también en línea. Se precisa anotar que los medios son virtuales, la metodología es en línea, el aprendizajes presencial radica, aquí y ahora, en la persona que aprende en el lugar, con los distintos modos, mediaciones pedagógicas y tiempos que disponga. Así, importa la posibilidad de lograr aprendizajes de alto nivel con los recursos apropiados para las distintas circunstancias en que viven los alumnos en esta época de suspensión de las actividades académicas presenciales. No cabe una única metodología para todos, no significa, como tantas veces se ha dicho, cambiar el tablero por la proyección de presentaciones en PowerPoint, ni las lecturas recomendadas por una desarticulada colección de videos de YouTube o de documentos en pdf. Esos, y otra variedad amplia de recursos, adquieren validez sólo dentro del contexto de sus posibilidades probadas para garantizar una mediación pedagógica sincrónica o asincrónica (policrónica; o sea, con posibilidad de múltiples clases de interacciones pedagógicas), que permita crear ambientes de aprendizaje productivos y apropiados para  el progreso de cada estudiante.

“Dar” o “dictar clases” y asumir que los contenidos se “transmiten” para luego “recitar la lección”, examinar y asignar calificaciones constituyen inveteradas rutinas altamente improductivas que no se corresponden con ningún proceso de innovación educativa o pedagógica. Esas rutinas tampoco caben en un modelo educativo formativo de educación virtual. Este modelo es sustancialmente diferente del que predomina hoy. No se puede en estos momento y a la ligera superponer el uno sobre el otro, en particular cuando buena parte de los estudiantes y profesores no están habituados ni cualificados para la necesaria e inminente transformación que debe hacerse dentro las instituciones educativas, desde preescolar hasta la universidad.

No se trata de renunciar a guiar proyectos de aprendizaje significativos y abandonar a los alumnos a su suerte bajo el falso rubro de “auto aprendizaje”. Esta expresión es tautológica, ya que el aprendizaje reside en el cerebro de cada uno y  nadie aprende por nadie; esto es otra clara indicación de la necesidad de superar el modelo educativo en el que todo es igual para todos, independiente de las necesidades, intereses, aptitudes y realidades psicológicas y sociales de cada estudiante considerado de manera singular en su valía como persona y en su capacidad para aprender y progresar.

En mitad de la pandemia se han desnudado deficiencias y carencias sustanciales  de la educación en todos sus niveles. Se ha presentado la oportunidad, ha llegado el momento de innovar en la estrategias de enseñanza y de aprendizaje; los medios digitales y también los recursos impresos no se contraponen sino que se ponen al servicio de los proyectos de aprendizaje en manos de maestros creativos de los cuales hay mucho en el país. La transformación no puede reducirse  a un reinicio de una carrera con: “en sus marcas, listos, enciendan el computador y  ya” porque se corre el riesgo de abundar en una ilusión y falso convencimiento de un cambio sin haber cambiado, de que pase la pandemia y podamos regresar a la escuela, colegio o universidad y seguir con ellas como templos imperecederos de las muy desuetas prácticas de aprendizaje pasivos, centrados en un aprender para la examinación, aprender para la nada.

Es preciso reiterar que no se trata de una dicotomía entre educación presencial y educación virtual. Hoy todo proceso de aprendizaje formal, no formal o informal hace uso o es mediado por distintas tecnologías y por una variedad amplia de recursos y dispositivos digitales.

La idea no es reproducir las clases presenciales, de “dictar” información y de “tomar notas” para el examen. La oportunidad para la innovación en estrategias de enseñanza y de aprendizaje  está a la mano con la puesta en práctica de variedad de procesos de aprendizaje activos e innovadores disponibles en amplias experiencias locales e internacionales. Es una oportunidad para que los profesores mejoren sus habilidades de enseñanza más allá de las tradicionales y para que los alumnos y padres de familia también entiendan que hay maneras más productiva y amenas de aprender de manera constante.

De igual modo, en mitad de la pandemia se abre campo a las innovaciones pedagógicas para fomentar el aprendizaje personalizado, adaptativo y situado, referido a las necesidades e intereses de los distintos estudiantes sobre problemas reales que se tienen en el medio o en el mundo; aprendizaje que se apoya con la integración de los distintos campos o disciplinas que confluyen en la formación en un período académico determinado con perspectivas formativas más allá de las rutinas escolares. A la vez, se ha creado un oportuno espacio para que los ministerios de educación dispongan una renovada gestión de la educación, mucho más allá de las anodinas y nada productivas  rutinas burocráticas en las que consumen sus acciones.

Con la pandemia se han cerrado las escuelas, pero desde hace tiempo ellas han estado cerradas al mundo. Es probable que cuando se reabran continúen como antes. Miguel de Unamuno en una exposición parodió una frase, que se atribuye a Fray Luis de León, con la que reinició sus clases después de pasar varios años en la cárcel tras una condena por la Inquisición: “Como decíamos ayer”.  No, no puede ser como se decía ayer para seguir adelante como si nada hubiera pasado, cuando ha pasado mucho.

El modelo educativo y sus instituciones educativas están destruidas no sólo en sus instalaciones  físicas  y por la carencia de recursos apropiados para la enseñanza y el aprendizaje. Están encerradas en andamiajes burocráticos a las que son condenadas por  una variedad de insulsas normas legales.

Seguirán encerradas de espalda a la realidad y con la sociedad dándoles la espalda. A lo mejor esta suerte no le importe mucho a los gobiernos, a los líderes de los sectores productivos  y a la misma sociedad en general. Muchos no se han dado cuenta de que la pandemia se come a la vieja escuela. Es posible que tampoco les importe mucho. O nos toca, aprovechando las nóveles circunstancias actuales, hacer que sí les importe.

Es una oportunidad para hacer efectivo un pacto colectivo por la educación, una educación inclusiva y de calidad para todos que promueva lo más altos niveles de logro cognitivos, afectivos actitudinales y de habilidades específicas  en consonancia con las metas sociales de la educación.

Abrir una nueva educación. La escuela abierta, la escuela viviente (living school), requerirá nuevos roles y compromisos y acción decidida desde el Estado, los padres de familia, directivos escolares, alumnos y la sociedad en general. No puede la educación en mitad de la pandemia carcomerse el futuro de niños y jóvenes que asisten a las instituciones educativas para formarse, en ambientes pedagógicos cálidos y humanizantes, y llegar a ser personas de bien y promotores del bienestar colectivo.