En el tema político y en sus distintos ámbitos, orientadores, dirigentes, “ideólogos”, militantes de los partidos, así como algunos simpatizantes, formulan juicios de valor que exponen y sostienen tratando de imponerlos como verdades absolutas.
Además, no aceptan que sus razonamientos obedecen a emociones y sentimientos particulares y por ello son percepciones; menos reconocen que siguen “dictámenes” difundidos por los “adoctrinadores” a los que admiran casi con idolatría. Y lo peor, a la gran mayoría de estos fanáticos no se les puede contradecir porque entran en cólera, inclusive, irrespetan con sus insultos, impiden la sana libertad de manifestarse, atacan y destruyen dizque en nombre del amor patrio, y no ceden ante los derechos que nos son dados a todos; no son exclusividad de ellos porque sus conceptos, como los de sus contrarios, son apenas verdades relativas.
En Colombia, se ha llegado a extremos tan odiosos como que, por la marcada división que han fomentado los mismos líderes políticos – manipuladores de conciencias, más bien- no se admite que haya diferentes criterios frente a un mismo hecho, situación o personaje; cada facción o bando, se empecina en convencer a los ciudadanos, que la suya es la verdad absoluta y que los opositores mienten.(Lea la columna).
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