Lo más sorprendente de habitar en la idea de la democracia es ser, casi que, inevitablemente, objeto de las más sorprendentes reacciones por parte de aquellas personas a quiénes creíamos se identificaban con la práctica de habitar en la democracia o sea en el respeto a las ideas ajenas, a los contrarios a nuestras opiniones, olvidando que cuando una sociedad se precipita en el abismo de la mediocridad moral es porque en sus diferentes grupos sociales se ha enquistado el terrible mal del resentimiento social. Y este enfermizo estado de alma suele dar paso a a esa grave patología que es el odio hacia los mejores, hacia aquellos que se destacan por encima de esa medianía, tal como lo señaló una y otra vez Luis Cernuda. El cainismo se expande entonces sin que ninguna fuerza pueda detenerlo como respuesta del inferior a la inteligencia. Nivelar por lo bajo es la consigna que se apoya en la defensa de la ignorancia y en señalar como peligroso a quien piensa con independencia bajo criterios propios. El marasmo de las llamadas clases cultas se pone de presente en estas encrucijadas cuando no optan por el llamado necesario a la discusión, al debate sino condenando de antemano cualquier intención de reflexión racional. (Lea la columna).
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