17 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Qué lee Gardeazabal: “¿Qué pasó con Seki Sano?”

Gardeazabal

·      De Sandro Romero Rey, editado por Seix Barral

Si Sandro Romero no escribiera tan sabroso, con esa prosa fluida que a veces parece salir de la garganta de  una de sus abuelas rezando el trisagio en la Basílica del Milagroso de Buga, habría botado lejos en algún momento el libro de inmamables 365 páginas que ha escrito sobre la nimia e inexistente historia de la influencia de Seki Sano, un comunista japonés que estuvo en Colombia 3 meses en 1955, invitado por Rojas Pinilla para adiestrar actores y directores de la recién nacida Televisora Nacional de Colombia.

Pero como Sandro fue forjado en los hornos de la izquierda soberana que arrinconó la intelectualidad marxista en las tablas del teatro, y en este libro logra sacudir lejos la coraza de militante de nada, convierte mágicamente su texto en una historia crítica de la teatrería nacional. De paso, le rinde homenaje meritorio a su gran exégeta Santiago García, pero   sobre todo, revive el mito de Seki Sano, elevado por el birlibirloque zurdo a la dignidad de gran influenciador del teatro colombiano.

Por supuesto, dada la habilidad del narrador, el libro juguetea con el lector. Lo engaña contando en presente continuado el desconocimiento casi total del personaje cuando páginas más adelante quien lo lee se da cuenta que Sandro Romero le ha estado mamando gallo porque él lo sabía todo, desde la primera página hasta la última. Solo al finalizar él, como el mago fracasado, cree que pudo habernos demostrado que su tío, Bernardo Romero Lozano, no sapió por envidia bugueña a Seki Sano ante el SIC de Rojas Pinilla para que lo echaran del país, tres meses después de haber llegado a dictar clases en una sala que hoy lleva su nombre mientras el régimen militar lo tenía viviendo a todo lujo en una habitación del recién inaugurado Hotel Tequendama.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.

Para contar esa historiela, el autor usa toda clase de trucos teatrales y hasta de circo y de magia de vaudeville. Hace aparecer como en rosario de redentoristas testigos y documentos, y cual si fuera un milagro, una biógrafa japonesa, una hija de la fugaz amante que el japonés pudo tener en Bogotá y obviamente al fantasma de Santiago García, envuelto en una ruana estruendosa martillando con paciencia de yunke mamerto que Seki Sano fue real y no un mito urbano creado por las lenguas teatreras de La Candelaria.