2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Que está leyendo Gardeazábal: Una historia de Colombia melosa y cantaletosa 

@eljodario 

Ningún otro extranjero, ni siquiera Bushnell, ha estudiado y vivido tanto a Colombia para después contarla como el canadiense Wade Davis.  

Sus libros sobre las desconocidas selvas colombianas, que tuvieron culminación con el asombroso y nunca suficientemente alabado EL RIO, en 1996, lo han consagrado ante los foros universitarios mundiales y elevado a la categoría de cuasidivinidad en los cenáculos bogotanos. Su manera de mirar la realidad colombiana untándose del país, de sus virtudes, defectos y caprichos, le ha permitido una prosa refulgente que pocas veces admite discusión.  

Ahora ha publicado en Planeta un libro, MAGDALENA, que casi nadie se atreve a deshilachar pese a que históricamente tiene inexactitudes y supura una prosa que quiere ser poética, pero termina siendo melosa. Y nadie se atreve porque es la visión de la historia de Colombia urdida a través del río Magdalena y como en cada giro aprovecha para regañarnos por el descuido con que hemos manejado históricamente la arteria fluvial más importante y toda esa cantaleta es 100 % cierta, es mejor usar el incienso que la mirra.  

El recorrido del Magdalena lo hace Davis a pie, en mula, en moto, en canoa, en planchón y usando no la visual del capitán de alguno de los buques que surcaban desde Honda hasta Barranquilla, sino la suya que es la de un enamorado del paisaje colombiano y de la música terrígena que brota en cada giro del rio. 

Así y todo valora con demasía la música derivada de la flauta patillera y de los tambores pero desconoce de plano la historia contenida en las canciones del huilense Jorge Villamil, que tiene el runrún de guaduales y espumas de sus afluentes. Como tal entonces dedica páginas y elogios a la cumbia y con toda razón a la piragua de Guillermo Cubillos y ni un renglón al bambuco. Tampoco le da importancia a las dos gigantescas represas que han frenado su cauce en el Huila y Tolima, Betania y El Quimbo, y que pueden haberle hecho tanto o más daño que la tala de bosques conque alimentaron los vapores que los surcaban de arriba abajo.  

Leerlo empero emociona aun cuando en muchas páginas se le va la dosis de almíbar y empalaga al más devoto de los lectores.  

Pero eso si hay que decirlo, un colombiano no habría sido capaz de escribirlo y mucho menos de visualizar la historia patria siguiendo sus aguas y echando cantaleta contra los descuidos. (Opinión). 

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.