19 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Playas verdes y azules: preservadas y con sabor a cumbia  


Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

Playas blancas de arenas calientes pintadas con muchos y los más diversos colores, como si surgieran de la paleta de mágicos acuarelistas. Playas cálidas como las de la zona tropical que, bañadas por agrestes corrientes oceánicas, son mensajeras de la nutricia energía que regeneran, en ciclos eternos, a la muy abundante flora y fauna, la cuales reflejan la abundante vitalidad donada por su generoso huésped, el siempre imponente y colosal mar. Frías son algunas de las playas, como las polares y las de las profundidades oceánicas, esas que albergan al plantón, asombroso y sorprendente milagro de vida, fuente nutricia de todas las cadenas alimenticias. Se visten las playas, según las horas del día, de los más diversos tonos que exhiben con algo de caprichoso coqueto, mientras que en las noches los hermosos microcristales y minúsculas gemas, que con mucho celo guardan, titilan y resplandecen respondiendo a los luceros que las hacen brillar como si fuesen un sinfín de bandadas de cocuyos alborozados, emisores de su extraña bioluminiscencia augurando por doquier y a todos, fortuna y prosperidad. 


Las insustituibles e imprescindibles playas son tan heterogéneas como los ecosistemas que las circundan, modeladas por su mar y vestidas  por los cauces de agua dulce que les traen valiosos regalos, lo que les permiten  tener una identidad única; por eso no es dable y nada factible que existan dos playas iguales; así,  en cada una de ellas recae y admite  un único  nombre propio.

Algunas playas acompañan altos acantilados, otras son protegidas por muros de inderrotables rocas que detienen la cólera del mar con sus altas, rugientes y enfurecidas olas con muy alto poder destructivo;  otras olas son amansadas por arrecifes coralinos, por lo que llegan  con sumisa y acariciante suavidad a besar las playas y dejar en ellas miles de historias y cientos de sus recuerdos y odiseas mientras que,  nacidas mucho más allá del siempre esquivo horizonte, cruzaron los más remotos mares. 


El capricho de Selene, la misma luna, como diosa de las noches, crea mareas altas que cubren parte de las playas, y también mareas bajas, en un entretenido y productivo juego sin fin, que al bajar el nivel de las aguas dejan en la húmeda y refrescada playa valiosos nutrientes para una variedad amplia de animales; ahí   existe un microcosmo donde viven alegre los cangrejos ermitaños, en compañía de las almejas y   chipi chipis. En esas playas, enriquecidas con el juego del sube y baja diario de las mareas, también abundan los chorlitos migrantes y otras aves zancudas. Una gran variedad de tortugas agradecidas visita por años las mismas playas donde nacieron para depositar sus huevos y asegurar nuevas generaciones. 

Las playas son verdes por la vegetación que a sus alrededores prohíja. Verde, porque animan a todos a que las cuiden a ellas, y a toda la naturaleza. Verde, porque muestran, con decrecientes y entristecidos signos vitales, el grado de deterioro ambiental en los ecosistemas de sus alrededores y, por preciso reflejo, también en aquellos muy distantes tierras adentro.  


Playas tropicales acompañadas de palmeras cocoteras, verdolagas, hicacos y uvitas de playas, y por vegetación nival en las gélidas latitudes altas. La arena se acumula en montículos y lomas altas para formar bellas dunas que se trasladan, con acompasado ritmo de un lugar a otro, según la impredecible coquetería del siempre incierto Eolo, dios de los vientos, a veces irascible, otras veces apacible y refrescante. 


Esas son las playas adornadas por el verdor de la naturaleza, un precioso don que nos da el mar. Forman parte de los recursos y belleza que la divinidad nos ha concedido, con abierta e inconfundible proclamación, para nuestro goce espiritual. Son ellas insustituible espacio de recreación y de recogimiento para todos. Una porción apreciable de la población mundial depende de ellas, limpias, verdes y sanas, para su subsistencia y progreso. (https://rb.gy/asjtj6). 

Pero el goce de las playas está a punto de perderse y de acabar con los espacios de recreación, contemplación y relajamiento físico y espiritual. Se alejarán los turistas, y se acabará la vida acuática de la que dependen muchos seres humanos para su subsistencia. Es preciso advertir y reiterar que el mar, con sus playas, fauna y flora, son sujetos de derechos. Los desperdicios que, sin humana consideración, son arrojados al mar lo atropellan y han puesto en riesgo la vida en las playas y en los inmensos siete mares de nuestro planeta.  Se ha estimado que cerca de 6 y medio millones de toneladas de basura son arrojados al mar cada año, la mitad de las cuales son plásticos. Se acerca el momento en donde ya no queramos ir a las playas y, tal vez, en un futuro cercano, sólo podamos contemplarlas en videos de viejas grabaciones que mostrarán, con apesadumbrada nostalgia, su otrora belleza y limpieza.  A su destrucción contribuyen los desechos de aguas servidas por cloacas y alcantarillados, la minería marítima, los derrames petroleros, productos tóxicos de la agricultura, diversas formas del transporte marítimo, entre muchísimas más fuentes de dañino atropello a tan vital recurso humano. 

Un ejemplo, aparentemente minúsculo, pero muy perjudicial en sus efectos, es el de las colillas de cigarrillos, consideradas como un contaminante peligroso y grave, porque liberan toxinas, envenenan las aguas y afectan de manera grave la vida en los mares y sus playas.  Está probado que una sola colilla libera en 24 horas suficientes toxinas para matar (en realidad, asesinar) a la mitad de los peces que entren en contacto con ella , con un efecto igual de devastador  en las tortugas que se las traguen, sin posibilidad alguna de ser digeridas, al confundirla con alimento.

Otro contaminante, amenazador de la limpieza de los mares y de sus playas y  uno de los más abundantes, son los pitillos (pajillas, popotes o sorbetes) de plástico, los que pueden, al ser tomados como alimento,  ser ingeridos por peces, aves y  tortugas causándoles dolorosa muerte. Conviene que cada humano sea consciente de que toda forma de plástico demora en descomponerse más de 1000 años; que además de obstruir la oxigenación del agua, dañan el proceso natural de degradación de la materia orgánica, convirtiéndola en fuente adicional de polución e infecciones graves o mortales. Igual cuidado se precisa tener con pañales desechables, toallas sanitarias, seda dental, medicinas, aceites vegetales y de motor que, aunque se desechen en poblaciones muy lejanas del mar, siempre llegarán a éste por conducto de los ríos, mientras que en el camino afectarán las aguas para el consumo humano, de animales y riego de cultivos. Este se puede enfermar en una playa sucia y contaminada. (https://bit.ly/3Ks0Vfbl, https://rb.gy/cgkocm) 

Pero, la depredación de la naturaleza por los humanos, tienen en crisis a todo el planeta, y con él al mar y a sus playas. Por esa razón, y para asegurar, con criterio verde, playas limpias y seguras, fueron creadas las distinciones de «Playas Azules» («Blue Flags»), que se otorga cuando son satisfechos exigentes criterios, no sólo en playas, sino en marinas y barcos de turismo. La organización que las rige y certifica, tras 35 años, tiene certificada 5042 playas en 48 países (España con 621, Turquía 531, México 70, República Dominicana 22, Colombia 4).  

Certificación que se expide a cada una de ellas para cierta época del año llamada «Temporada Azul». (https://www.blueflag.global/https://rb.gy/8omlm1). Tras cumplimiento de altos estándares de excelencia que se agrupan en cuatro: 1. Educación e información ambiental. 2. Calidad del agua. 3. Manejo ambiental, y 4. Seguridad y servicios. Los cuales se refieren, entre otros, a:  


Obligatoriedad de promover entre los bañistas y paseantes la educación en actividades ambientales, sobre calidad del agua (la cual es medida con frecuencia), preservación de los ecosistemas locales, acompañado de un código de conducta. Además, se requiere ausencia de descargas de alcantarillados o de industrias, control de microrganismos en el agua como el e – coli, tener un comité de gerencia ambiental. La playa debe mantenerse limpia, tener recipientes adecuados y suficientes  de basuras, espacios para la separación de residuos reciclables, suficiente número de sanitarios limpios y aseados, no existirá circulación de vehículos, control estricto al acceso de perros y otros animales domésticos, monitoreo de corales en los alrededores, promoción de transporte sustentable en el área alrededor de la playa, seguridad con salvavidas en número suficiente, disponibilidad de equipos de primeros auxilios, estrategias para prevenir conflictos y accidentes, medidas de seguridad para proteger a los bañistas, agua potable en la playa, y facilidad de acceso para personas con limitaciones físicas. 


Se precisa formación escolar y ciudadana para tener playas verdes y azules; en las instituciones educativas es importante la formulación de proyectos formativos ambientales para tener playas limpias y sanas para las personas, flora y fauna.  Conviene que todos participemos en las jornadas de limpieza de las playas para crear un ambiente sano y contribuir a lograr losObjetivos de Desarrollo Sostenible, asegurar un planeta más seguro para la actual y siguientes generaciones. No fume, si lo hace, no bote la colilla en la playa o dentro del mar, no lleve plástico a la playa, ni cualquier material tóxico, use los contenedores de basura, usted tendrá agua limpia en el mar, protegerá la salud de los mares, tendrá alimento de origen marino saludable, apoyará la economía y el empleo local al tener estos más visitantes locales y turistas visitando las playas. Así, tendremos, entre otras, una playa blanca de arenas calientes, visitar amigos que cumplen un año más de vida, mientras más allá, en los manglares y en artesanales trapiches, al lado de los cañaduzales, se sienta el olor a aguardiente. Y a las playas, el año que viene vuelvo, si Dios me tiene con vida.