20 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Operación José Félix  

Oscar Dominguez

Por Óscar Domínguez G. 

De los 8.045.311.447 habitantes que tiene el mundo – dato de la ONU al primero de julio- se pueden contar con los dedos de la mano quienes conocimos el bibliobús de la Biblioteca Pública Piloto en los años cincuenta. Resumamos: La Piloto iba con sus buses a los barrios, prestaba libros y volvía por ellos.

Hace poco me le pegué al kínder de atardeceres del profesor Luis Fernando Macías y asistí a una charla sobre los servicios que presta la Piloto. Humberto Zapata, atendió la visita. Cortó oreja, rabo y pata con su charla. Terminó besuqueado por las damas.

La cronología me lleva luego a La Linda, cerca de Manizales, donde a los doce años saqué a relucir mis calidades de lagarto y logré integrar el coro de seminaristas y barrer la biblioteca.

Como miembro de la Schola Cantorum, abría la boca, pero no emitía alaridos siguiendo las pautas del padre Iván; de barrer pocón, de leer, algo más. Algún aventajado compañero de pupitre había descubierto que allí estaban los libros prohibidos. Y donde haya prohibición, ahí estamos.

Cuando deserté del seminario, de La Linda pasé a Envigado. Un bus de la flota Arauca, me dejó teológicamente desolado, en plena autopista, al pie del Gran Pandequeso, con mi colorida cajita de madera forrada en lata. Envigado me recibió con un aguacero que le habría hecho un diluvio la boca al pluviométrico Noe.

Dos días después entraba al colegio La Salle de donde emigré al liceo Manuel Uribe Angel. Deserté para entrar al Colombiano de Educación, donde nunca me gradué de bachiller. Solo me faltaba abandonar la facultad de periodismo de la Universidad de Antioquia. Soy un hacha en deserciones.

Recordaré que conocí al más famoso bibliotecario, Jorge Luis Borges. Entrevistamos al memorioso después de una visita que le hizo al presidente Turbay. Una abyecta minoría lo acompañó desde Palacio hasta la sede del Caro y Cuervo, en La Candelaria.

En Envigado, los primeros sitios que conocí fueron la prendería Ossaba donde saqué un diplomado en ajedrez, los cafés donde se jugaban cartas y billar, y la Biblioteca José Félix de Restrepo. Más de una cana le sacamos a la señorita Elvia, la bibliotecaria. La José Félix, propiedad de la Sociedad de Mejoras Públicas, les debe meses de sueldos a sus empleados y acumula culebras.

El sin tocayo Denis Dubán Ospina, el director, ha batuteado la emergencia. Me comentó que “el contrato con el municipio de Envigado se estará firmando a principios de la semana entrante. Por otro lado, la SMP puso en venta un local comercial de su propiedad para saldar deudas. El proceso es lento. Esperamos que para finales de este mes veamos una lucecita. Pero seguimos y seguiremos luchando para que la Biblioteca siga de puertas abiertas”.

A la José Félix le han decretado muchas muertes. De esta también resucitará.