1 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

No vuelvas a decir la verdad 

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

La Iglesia autoriza en ciertos casos particulares decir mentiras piadosas. ¿Que qué se buscaría en los tiempos actuales dominados por lo político con exigir que se diga la verdad?

En Colombia asumir la verdad nos convertiría en locos ante tanta crueldad como la que nos rodea y sobre todo ante la miserable ausencia de la justicia para castigar debidamente al culpable(a). Ahora que recordamos a Kafka sabemos por él que las instituciones encargadas de repartir injusticia tienen como tarea demostrarles a las cándidas almas de los seres humanos que decir la verdad puede llevar al castigo de la ley y a la venganza de los jueces.

Cada día los grandes corruptos eluden la sanción de la ley y los violentos son dueños de ésta, así con total impunidad. Por esto ningún ser humano en cualquier relato de Kafka tiene nombre ni apellido ni ninguna niña o niño ha sido bautizado.

La infame retahíla de que es necesario rescatar la memoria colectiva es realmente una agresión al dolor de seres que despojados de sus nombres desaparecen hoy convertidos en cifras por los distintos medios de comunicación.

El  Clickbait de los noticieros y diarios – recordaba hace un tiempo- que convierte la inmediatez y el impacto en los principales valores de una noticia, ha hecho que la recuperación, la contrastación o el más elemental control brillen, como recuerda Javier Benejés, por su ausencia.

Con razón el titular de una noticia en las páginas de cultura de un periódico español declara que “el fin del pensamiento crítico está anunciado”, como si pensar críticamente fuera un producto de supermercado y no el análisis de los hechos, la profundización en los grandes temas de lo humano. 

Y ¿qué hacer cuando los medios de comunicación mediante la utilización de la mentira disfrazada de verdad como los Fake News o la llamada Verdad Postmoderna se han encargado de que el pensamiento crítico desaparezca y tengamos dócilmente que aceptar lo que diga una justicia mediatizada por el poder? 

Pero la gente recuerda y piensa cuando ha escuchado a los verdugos públicamente narrar sus asesinatos y nada ha sucedido o cuando la Comisión de la Verdad en un texto impreso nos reconoce que 2.200 muchachos fueron reclutados o que 32.000 personas fueron secuestradas, etc, etc. Pero los jueces de la justicia restaurativa optaron por el silencio.

¿Qué es para el Derecho el ignominioso delito del secuestro o el reclutamiento de niños que aún hoy a los siete años como en el reciente informe de la ONU prefieren suicidarse a seguir sufriendo ignominias por parte de los facinerosos de Iván Mordisco? ¿Cuántos niños cuyos nombres nos serán desconocidos para siempre se suicidaron en una decisión de dignidad para demostrarles a los verdugos que sus crímenes serán castigados un día por la verdadera justicia? 

Lo importante ¿A qué jueces, catedráticos, poetas de la izquierda brilli brilli, militantes de rostro amargados, monjas rebeldes, sindicalistas, les ha conmovido esta demostración de crueldad contra la infancia?

La Justicia ante los cuerpos de los niños que murieron sin nombre, sin Dios; ¿no ha debido detener las conversaciones y a partir de estos hechos reconsiderar la falacia de que mientras se está hablando de Paz con los verdugos éstos en lugar de ser debidamente sancionados continúen sentados en “una mesa de conversaciones”?

Pero decir la verdad en tiempos donde han colocado al asesino a la altura de los jueces de la República es imposible. “Legislar la memoria –Albiac dixit- es dictar el olvido”.