Por Adriana Cardona López
Dicen los que saben que en el paraíso se albergarán seres humanos armónicos, regidos por la igualdad, libertad y respeto de los unos a los otros.
Hoy vemos cómo los Bancos quieren crear su propio paraíso, mordieron la manzana que les entregó el Estado y se convirtieron en acumuladores de recursos y de poder.
Son unos ambiciosos y no hay quien los regule. Critican el pago diario cuando a ellos les falta solidaridad crediticia y lealtad financiera.
¿Cuál es la diferencia? Qué cultura tan perversa. Su meta desenfrenada es la estabilidad monetaria de sus recintos; se reparten dividendos en época de pandemia (pymes).
Y los muy educados nos hacen creer que acabaran con estos métodos con la desigualdad del ingreso y la pobreza en Colombia y en época de crisis esta es la solución.
La tasa de interés oneroso en todas sus modalidades y muy bien planeadas asustan y que no se necesita ser un matemático, economista o financiero distinguido para entender que les falta solidaridad con la población.
Y que sin ánimo de blasfemar y sin ser muy jurídicos la tasa interés las fijan los bancos pero como todo en este País estos generosos y solidarias Entidades, no violan la ley y como las niñas de vida alegre finas recibirán dividendos con el aval y autorización del padre y la madre (Estado), aclarando que este con su buena fe, les cae en el juego.
Sí estuviéramos en época de «Halloween» y para ser auténticos y files al español “noche de brujas” su disfraz favorito sería el de “usura”.
Cojamos la camándula y recemos para que el Gobierno que tiene facultades extraordinarias para modificar estas políticas bancarias que faltan al respeto y son descaradas, que están aprovechando los Bancos, puesto que la ley muy bien redactada por quienes nos representan fuente de sabiduría, crean y recrean las normas de usura con manto de legalidad.
Soltemos la camándula que las políticas bancarias que nos ofrecen no parecen muy nobles. Solicitamos un crédito para vender cremas y como requisito sí es posible debe llevar a matusalén y si somos pacifistas, guerrilleros o políticos ruidosos otra suerte llegará.
Pero tranquilos creamos en lo que no vemos. Sigamos mordiendo manzanas y mientras tanto a nivel internacional somos más que una pandemia.
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