2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Las epidemiólogas Tola y Maruja orgullo de Colombia

Por Fernando Vallejo

¡Eh, Ave María, tías, ustedes sí son muy verracas! Todo el mundo viendo oscuro y ustedes viendo claro.

¿Cómo se dieron cuenta de que todos estamos infectados del COVIR? ¡Claro, como Tola es viróloga y Maruja infectóloga, entre las dos juntas son epidemiólogas!

El que respira se infecta, tías. Y si uno no está infectado y al llegar a la casa se quita los zapatos, de inmediato se infecta porque el virus se le viene a uno pegado en los zapatos.

Cuando uno pasa cerca a un COVIR, hagan de cuenta, tías, que se le pegó una pulga a un perro. Se monta encima y con uno sigue.

¡Y la gente pidiendo comida por Rappi! Llega el mensajero de Rappi con tapabocas, entrega el paquete, lo recibe uno, se desinfecta uno y desinfecta el paquete, ¡y pum, quedó infectado! El virus lo trajo el mensajero de Rappi en los zapatos. Y de los de él se pasó a los de uno.

Ustedes lo dijeron clarísimo: contra el COVIR no hay nada que hacer. O mata o lo deja a uno vivo. Muertos por COVIR no van a ser más de 500 en Colombia, y somos 50 millones de vivos. ¡Entonces qué es esa joda de la cuarentena! Levántenla. Si el COVIR entra por el sistema respiratorio, la única forma de no cogerlo es no respirando. Y ahí sí se jode el paciente.

––Vos sí no podés abrir la boca sin decir groserías.

––¡Cuál grosería! «Joder» no es grosería. Ustedes sí parecen señoras de antes. Estudiaron en el MIT de Massachusets, sacaron doctorado en ciencias, y escandalizándose ahora por cualquier güevonada.

A ver si entendí bien el artículo de ayer en El Espectador. Ustedes dicen que el COVIR se va como llegó, de a poquito y sin uno darse cuenta, después de matar a unos cuantos viejos, que ya de por sí, aparte de vejez, están siempre enfermos. Que al COVIR no hay que hacerle caso. Ni siquiera mirarlo, porque se le mete a uno por los ojos. ¿Entonces por qué la gente no se tapa también los ojos? Únicamente se tapa nariz y boca.

Ustedes que tienen rosca en El Espectador, díganle desde ahí a Duque y a Claudia López que por encima del tapaboca y tapanariz, le obliguen a ponerse tapaojos a toda Colombia. Como a los caballos de carga de antes.

Así queda la persona protegida por las tres puertas de entrada del virus: boca, nariz y ojos. Total, para qué quieren ojos si quitándolas a ustedes, en este país nadie ve. El colombiano de por sí es terco. Y con COVIR se hace imposible. Ni ve, ni oye, ni entiende.

En las calles ya no hay carros, ni motos, ni buses, ni taxis, ni bicicletas. Nadie nos va a matar, el COVIR acabó con el riesgo. Entonces no necesitamos ojos. Se va uno por la acera tanteando con el bastón, siguiendo la fila de las baldosas con resaltos para ciegos ¡y listo el pollo!

Démosle alguna utilidad a esas baldosas inútiles que joden los zapatos y fueron el negociazo de los antecesores de Claudia.

A Avianca, antes de que quiebre y se roben lo que  quede, pídanle de carrera los tapaojos de los pasajeros de vuelos nocturnos, y que Claudia los reparta entre la población.

Aprovechando que se fue Maruja a hacer un tintico al baño, perdón a la cocina, te cuento aquí entre nos, Tola, antes de que vuelva porque ella es muy hablantinosa, que están vendiendo La Cascada. Shhhhh.

Se me hace que es una ganga. ¿Entre ustedes dos no tienen con qué comprarla? Ustedes han trabajado mucho… La iba a comprar un rico, un tal Gilinsky, pero no le gustó porque la cascada solo tenía seis caídas y él estaba buscando una de ocho. Shhhhhh. Ahí viene Maruja.

¿Sí vieron, tías, lo que hice ayer con el huerfanito? Lo dejé como palo de gallinero.