28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Las catástrofes invernales requieren acciones preventivas 

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López A. 

La actual temporada de lluvias ha dejado por su paso por nuestro pais múltiples afectaciones a la comunidad y a la infraestructura, localizadas principalmente en las regiones andina y caribe. De acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación para el Clima y la Sociedad y la Escuela de Investigación del Clima de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, las altas precipitaciones se extenderán, por lo menos, hasta el próximo enero y, por otro lado, hacen un llamado a las autoridades y a la ciudadanía a permanecer alertas. 

La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) señala que, en lo que va corrido del año en curso en el territorio nacional se ha registrado el fallecimiento de 205 personas como consecuencia de las lluvias. A esto se suman 281 heridos, 53 desaparecidos y cerca de medio millón de personas afectadas, 5.858 viviendas destruidas, 77.816 averiadas y multitud de cierres viales. Aunque en números la actual tragedia supera lo ocurrido por la misma causa durante el año pasado, cuando se contabilizaron 126 fallecidos y también a lo registrado en el 2020, cuando se contabilizaron 96 muertes, si nos está mostrando un proceso meteorológico repetitivo y acelerado.  

Una situación como la actual sólo es comparable con la vivida entre los años 2010 y 2011, cuando el país fue golpeado por una ola invernal que dejó 300 personas muertas y afectó a un millón y medio de sus habitantes. Pero las afectaciones durante lo corrido del presente año, en términos sociales y económicos, han sido mucho más graves. 

Foto vía minambiente.ov.co 

La directora del Instituto del Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) afirma: “Teniendo en cuenta que prevalecen las condiciones de La Niña y es probable que se mantengan durante el segundo semestre del presente año, se esperan acumulados de lluvia por encima de los valores climatológicos en algunas subregiones del territorio nacional, situación que acentuaríalos volúmenes de lluvia de la segunda temporada de más lluvias que se presenta entre octubre y noviembre (.. ) en la mayor parte de la región Andina y el oriente de la región Caribe”.  

Según la misma funcionaria, las lluvias que se estiman para el trimestre que comprende los meses de noviembre, diciembre y enero serán superiores al 20% en comparación con los promedios históricos en los departamentos de La Guajira, Magdalena, Atlántico, Cesar, Bolívar, Sucre, norte de Córdoba, norte del Chocó, gran parte de la región Andina y en la Orinoquía. 

Pero la tragedia ya no sólo la están sufriendo los territorios de la periferia. El pasado 12 de noviembre, La Calera, municipio vecino de Bogotá, también ha sido afectado por las intensas lluvias que provocaron el desbordamiento de tres quebradas que causaron la muerte de tres personas y obligaron el cierre de la vía que conduce a la ciudad capital, así como la inundación de viviendas y vehículos arrastrados por los torrentes.  

La gravedad de la situación llevó a que la Alcaldía de La Calera declarara la calamidad pública.  

En Antioquia, de acuerdo con los datos del Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo, la actual temporada de lluvias ha dejado un saldo de al menos mil familias damnificadas, la mayoría ubicadas en las subregiones del Bajo Cauca, el Occidente y el Magdalena Medio.  

En la ciudad de Medellín, durante el último fin de semana del pasado mes de octubre se presentaron cerca de 143 emergencias, relacionadas con deslizamientos, avenidas torrenciales e inundaciones.  

Pareciera que nos hubiésemos olvidado del riesgo asociado con la alta torrencialidad de las quebradas, agravado cada vez más por el Calentamiento Global, que hace que la intensidad de las precipitaciones (cantidad de agua lluvia que por unidad de tiempo cae sobre la superficie del terreno) sean cada vez mayores.  

Este olvido, por llamarlo de alguna manera, nos lo está cobrando Madre Naturaleza, tal como lo demuestran las graves afectaciones que actualmente está generando el desbordamiento de las quebradas.  

A raíz de la tragedia invernal de 2010-201, publiqué un artículo que, a continuación, me permito retomar y resumir, con la esperanza que alguna autoridad responsable escuche o, por lo menos, la satisfacción de no haber callado.   

Para el manejo de las quebradas desde hace varias décadas he estado proponiendo construir obras de recuperación del cauce natural de las quebradas, tal como lo ha hecho el Instituto Sabo de Japón, con corrientes de régimen torrencial similar al de nuestras quebradas andinas.  Las obras propuestas consisten en una serie de presas escalonadas y de poca altura, que bien pueden conformarse con muros de gaviones anclados con barras de acero al lecho de la corriente. Estas presas tienen por objeto retener los sedimentos que transporta el torrente, con lo cual se logra levantar el fondo del cauce y, con ello, ampliar su sección.  Por efecto de la operación de las presas se “aplana” el pico de la creciente, lo cual aumenta el tiempo de concentración de la escorrentía crítica, reduciendo así el riesgo por inundaciones y avenidas torrenciales (las mal llamadas avalanchas), aguas bajo de la intervención

La eficacia de estas presas se demuestra con una obra construida por el Municipio de Medellín en los años 70 del siglo pasado en la quebrada La Iguaná, inmediatamente aguas arriba del cruce con la Carrera 80, quebrada ésta donde desde el siglo XVII históricamente se presentaban avenidas torrenciales e inundaciones en su curso inferior, una de las cuales arrasó el caserío indígena de Aná, así como las recurrentes inundaciones de la antes denominada Otra Banda.  

La referida obra permitió recuperar para la ciudad valiosos terrenos para proyectos urbanísticos, centros culturales y espacios púbicos, amén de la protección de antiguos asentamientos subnormales localizados aguas abajo en las orillas de la quebrada. 

Dicha experiencia debería ser evaluada como solución para mitigar los riesgos asociados con avenidas torrenciales de las quebradas, que drenan las laderas circundantes a las áreas pobladas en la región andina. Esto no da más espera, ya que, por causa de altas precipitaciones asociadas con el Cambio Climático, las avenidas torrenciales en la región andina serán cada vez más frecuentes y devastadoras.  

P.S. El actual Consorcio Constructor de Hidroituango acaba de manifestar su preocupación por las decisiones que se están tomado en el proyecto, que hacen incierto el futuro de la central hidroeléctrica. 

Por otro lado, el Centro de Pensamiento de la Universidad EIA en un valiente comunicado califica el manejo que se le está dando Hidroituango como “desconcertante, incoherente e improvisado” y hace un llamado a los diferentes sectores sociales y medios de comunicación para ejercer un mayor control sobre la información (yo agregaría, desinformación) que se está generando.