18 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La voz del pueblo es voluntad suprema

Claudia Posada

Por Claudia Posada

Quizá, si tuviéremos un propósito común como ciudadanos de un mismo país que de alguna manera -directa o indirectamente- padecemos el resquebrajamiento social que atraviesa nuestra Patria, podría abrirse el horizonte; seguramente en una perspectiva no muy cercana, aunque sí con paisajes bordados en las probabilidades de la resiliencia que nos caracteriza. Nos estamos hundiendo progresiva y profundamente en un pantano de males que echaron raíces desde que se les permitió coger ventaja, dejando trascurrir el tiempo que fue pasando por años llevándose generaciones con todas sus amarguras, o con lo que les quedaba de ilusiones. Mientras tanto, van naciendo otras incertidumbres que matan sueños; a la vez, sí, entre tanto, siguen despertando también empeños sanos, anhelos buenos. ¡Y que no falten! Tal vez viéndolo así, con renovados alientos, podríamos decir: No más cuentos, acuerdo nacional” confiscando esta frase que es el título de una reciente columna de Juan Manuel Ospina, en la que él, con su sensatez admirable de siempre en todos sus escritos, nos invita a comedir desde esta reflexión suya: “Por una vez, el gobierno y el país de los ciudadanos reflexivos, porque no todos lo son, parecen coincidir en un propósito: lograr un acuerdo nacional para abrirle el camino y el espacio a unos cambios que unos y otros consideran necesarios y posibles”

Hay que leer toda la columna No más cuentos, acuerdo nacional”para observar lo aterrizada que es; en ella, Ospina analiza algunos puntos claves del ámbito nacional y señala lo que va del discurso a las ejecutorias en el actual gobierno, sin duda, con acierto y respeto; sin herir, sin transmitir pasiones malsanas como el rencor o la venganza, insumos de otros para manifestarse. Tranquiliza encontrar lecturas, o posturas en cualquier medio, que no obedecen al sometimiento para hacer “mandados comunicacionales”; alimentos cotidianos para ciertas columnas y de algunos periodistas cuyo objetivo evidente es meterle candela al fuego. Me identifico con la opinión expresada en el artículo de Juan Manuel Ospina y retomo aquí el último párrafo de ella: “Seamos optimistas, que ante el apoyo ciudadano por los cambios, que no es para refundar la república, el Congreso comprenda que no le corresponde sustituir sino interpretar la voz y el querer ciudadano, fuente y razón de ser de su poder, algo fundamental que por su parte olvida y atropella tanto el mesianismo del poder presidencial como el clientelismo y la corrupción que se pasea por los corredores del Congreso. Puedo ser ingenuo, pero creo que esta puede ser la gran oportunidad para transformarnos y crecer en democracia. Veremos”. 

A propósito de “ciudadanos reflexivos, porque no todos los son” da grima aquellos, justamente, que no los son; la manía (ya es una manía) de leer y ver con ligereza torpe toda cuanta babosada les llega por redes sociales, como animados en el negacionismo que se puso de moda en el último año, y que nos ha puesto de frente a un montón de colombianos permeables a embates destructivos; contrario a esto, queremos edificar posibilidades para un país que, fortalecido  con la unión de buenas voluntades (no necesariamente ciegas a las realidades) retoñe, florezca y vuelva a vivir en un entorno de benevolencia humana. Sí, suena iluso, máxime si no es dable creer que hay tiempo de arrinconar a los enemigos de una Colombia sana porque ahora nos ven dispersos y confundidos. Son muchos los frentes por atacar con armas sugestivas de amigables componedores. La resolución pacífica de conflictos no puede quedarse como una buena teoría del gana-gana, escondida en libros con carátulas que dicen, por ejemplo: “Sí… ¡de acuerdo!”; es tiempo de retomarse y repensarse específicamente para Colombia. Tengamos claro que resulta deshonroso bloquear intentos de cambio, impidiendo que sea respetada la voz de un país democrático como Colombia: la del pueblo en su voluntad suprema.