2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La Revolución Industrial

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

La Revolución Industrial significó un gran salto en la historia de la humanidad, que ha impactado todos los espacios de la sociedad. Según la Enciclopedia Británica, la Revolución Industrial fue “el proceso de cambio de una economía agraria y artesanal a una dominada por la industria y la fabricación de maquinaria. Este proceso se inició en Gran Bretaña y desde allí se extendió a otras partes del mundo”. En dicho proceso han tenido lugar profundas transformaciones económicas, sociales, culturales y tecnológicas, que impactaron nuestra convivencia con los ecosistemas con afectaciones que jamás había conocido la humanidad.

La Revolución Industrial ha sido dividida en varias etapas. Lo que se conoce como la primera revolución, limitada exclusivamente a la Gran Bretaña, se dio entre mediados del siglo XVIII y la década de 1840. La segunda revolución va desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, aunque también se centró en Gran Bretaña, se extendió a Europa continental, América del Norte y Japón; más tarde se ha ido extendiendo a otras partes del mundo. En esta segunda fase se dieron importantes innovaciones tecnológicas y científicas en los sistemas de transporte y en la industria, todo lo cual implicó un aumento de la productividad. Cambiaron también los hábitos de consumo y comienzan a aparecer los primeros hábitos del consumismo, que durante el siglo XX se adoptaría como cultura dominante por el mundo desarrollado.

La máquina de vapor fue la base sobre la que se asentó todo el desarrollo que propició la Revolución Industrial. El hierro y el carbón fueron fundamentales para permitir el desarrollo y la generalización de las innovaciones que tuvieron lugar en esta etapa. Algunos inventos importantes que trajo consigo la Revolución Industrial fueron la máquina de hilar (1767), la máquina de vapor (1769), el barco de vapor (1787) y el ferrocarril (1814). La Revolución Industrial, tuvo importantes consecuencias: la mecanización del trabajo y el surgimiento de grandes fábricas, cambios en la estructura económica y social y el éxodo masivo de habitantes de las áreas rurales hacia las ciudades, con el consecuente crecimiento y precarización de las condiciones de vida en estas últimas.

El uso masivo del carbón, como sustituto de la leña para la generación de calor, significó un gran salto cuantitativo de efectos benéficos económicos y ambientales, que todavía no se han valorado en su real dimensión. En primer lugar, logró reducir la deforestación para utilizar la madera como combustible; en segundo lugar, permitió disponer de un energético con un poder calorífico que casi duplica el de la leña, lo que significa reducir en esa misma proporción las emisiones de CO2 por tonelada de combustible utilizado, a lo que se agrega, como ventaja adicional, la significativa reducción de las emisiones del venenoso monóxido de carbono y del material particulado que genera la combustión de la leña.

Difícil imaginar cómo sería hoy la civilización sin la máquina de vapor, origen de la revolución industrial. La primera de estas máquinas, el primer intento para convertir la energía calórica en energía mecánica, la patentó Thomas Savery en 1698, para el drenaje de minas de carbón en Inglaterra.  En 1712, Thomas Newcomen mejoró la máquina de vapor, pero fue el escocés James Watt, quien al perfeccionar en alto grado los avances de Savery y Newcomen, patentó la primera máquina de vapor en 1774 (Ver figura).

La máquina de vapor de James Watt

Sin duda, la gran aplicación de la máquina de vapor fue la locomotora, origen de los ferrocarriles y de la navegación a vapor, aprovechamientos que revolucionaron el transporte, que hasta ese momento dependía de la fuerza animal o humana. Richard Trevithick, en 1804, fue el primero en lograr que una locomotora de vapor corriera sobre rieles; el también ingeniero mecánico George Stephenson utilizó en 1825 la locomotora de vapor para mover un tren que corría desde Stockton hasta la mina de carbón de Willow Park.

El desarrollo de los ferrocarriles en Europa, en las excolonias inglesas de América y en todo lo que se llamó el Imperio británico, impulsó como nunca el transporte de materias primas y mercancías, hecho que significó la aparición de una nueva era en la historia de la humanidad, la Gran Revolución Industrial, que sólo a finales del siglo pasado empezó a ser sustituida por la era de la tecnología computacional. Pero fue durante la primera mitad del siglo XX, con las dos guerras mundiales, cuando se produjo un número casi incontable de avances tecnológicos y en la producción masiva de mercancías, bienes y servicios, lo que significó mayor consumo de combustibles fósiles.

La invención, a finales del siglo XIX en USA, de los motores de combustión interna, junto con el inicio de la refinación del petróleo, fueron determinantes para el desarrollo industrial del Siglo XX.

Los inventos de Thomas Alva Edison impulsaron la industria de la energía eléctrica, que, sumada a la válvula electrónica (tubo al vacío) creada por Lee de Forest, aceleraron los sorprendentes avances de las comunicaciones en el pasado siglo.

Los combustibles fósiles en una transición energética sustentable

Alex Epstein, filósofo estadounidense y experto en energía, en su libro “Un futuro fósil” (2023), con base en sólidos argumentos sostiene que el progreso global de la humanidad requiere más petróleo, más carbón y más gas natural (los llamados combustibles fósiles).

El libro de Epstein genera más interrogantes que respuestas sobre la transición energética en que está empeñado el mundo, tema que ha suscitado un gran debate político, económico y ético en los principales centros académicos y en los organismos multilaterales, en especial en el denominado Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), creado por la ONU para evaluar la ciencia relacionada con el Cambio Climático. Antes que todo hay que reconocer el coraje de Epstein para enfrentarse, casi en solitario, contra toda una comunidad de ambientalistas empeñados por todos los medios en demonizar el uso de los combustibles fósiles, para lo cual se apoyan en dos discutibles hipótesis: 1) Que La Tierra es un organismo muy frágil y 2) que la acción humana, los llamados impactos antrópicos, en especial por el uso de los combustibles fósiles, van a extinguir la vida en este planeta. Todo esto se afirma, desconociendo los grandes beneficios que para la prosperidad y la seguridad humanas han significado los combustibles fósiles.

Aunque es evidente que a partir del año 1800, se incrementaron las emisiones de CO2 a la atmósfera, el principal gas de efecto invernadero, causante del Calentamiento Global, los ambientalistas olvidan que a partir de la energía generada por los combustibles fósiles la esperanza de vida humana en el planeta pasó de ser de apenas 30 años a  sobrepasar los 75 años en el mundo desarrollado, donde se dispone energía fósil accesible para toda la población, aunque en los países africanos, con poco acceso a esta energía, la expectativa de vida no alcanza a superar los 50 años. Adicionalmente la energía fósil permitió que la población mundial creciera significativamente y que el PIB se dispara hasta niveles antes inimaginables.

Estoy de acuerdo que es necesario reducir el uso de los combustibles fósiles en un proceso de transición energética sustentable, que permita satisfacer la demanda creciente de energía de un país o región sin comprometer los ecosistemas ni la economía, en especial sin agudizar las inequidades existentes en la población más vulnerable. Como lo he estado sosteniendo en anteriores escritos, la transición es, por su misma naturaleza, un proceso integral y evolutivo de la matriz energética (energías renovables y no renovables) que progresa continuamente hacia un conjunto de fuentes de energía que proporcionen permanentemente un mayor valor a la sociedad (costos bajos y competitivos internacionalmente, mayor seguridad energética, menores emisiones de gases de efecto invernadero, mayor abundancia energética, flexibilidad en su producción, transporte y uso, etc.).