17 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La prudencia deja que obren las instancias del caso

Por Claudia Posada (foto)

“Y no solo hablamos de Kenia: allá donde aceche la extrema pobreza, la explotación sexual aparecerá tarde o temprano. Se han documentado estos abusos en Bangladés, México y Colombia”. “Avaaz empodera a millones de personas para que tomen conciencia y acción frente a temas urgentes de interés internacional, regional o local, desde combatir la corrupción, la pobreza y el conflicto armado, hasta la lucha contra el cambio climático”. Aparece nuestro país en los registros internacionales, como éste de Avaaz, en el que se nos señala una de las violencias que padecemos a la par con otros países. Desde hace años, buena parte de la población colombiana sufre distintos tipos de crímenes e intimidaciones infames; sin embargo y extrañamente, a las instancias con obligaciones en las entidades y organismos que conforman el Estado, muy poco se les ve acompañando decididamente a los gobiernos de turno en los planes que emprenden -unos más otros menos- los mandatarios respectivos, en busca de soluciones a largo plazo.

No hay que pensarlo mucho para encontrarnos la mejor prueba del poco interés de servidores anclados en el Estado, en trabajar por objetivos comunes, sin que signifique perder la independencia que deben mantener las ramas del poder público: El fiscal Barbosa. El alto funcionario no solamente da la espalda a sus obligaciones, (lo mismo que se está viendo en despachos bajo sus órdenes o influencia) sino que remata tal negligencia asombrosa, dirigiéndose a la primera autoridad de la rama ejecutiva, el presidente Gustavo Petro, con la misma insolencia con la que algunos periodistas arrogantes tratan a sus invitados.

Y si a la rama legislativa nos trasladamos, tristemente se observa cómo desatienden deberes prioritarios consignados inclusive en la Constitución misma, cuando se trata de alzar voces decididas, a la par con el trabajo consecuente por la recuperación y mantenimiento del bienestar robado a centenares de pobladores colombianos a quienes se les vulneran derechos y hasta les quitan la vida por liderar programas sociales y ambientales. ¡Como sería de distinta la vida en Colombia si cada servidor público se ocupara más de sus deberes y menos del posicionamiento en redes sociales! En la clase política siempre habrá una mayoría en busca de alcanzar más y más poder, sin importarle mucho “a quién se lleva por delante”. ¡Y que las violencias se agudicen!

El común de los colombianos estamos aterrados mirando la desvergüenza a la que se ha llegado y cómo todos los días se destapan ollas podridas en entidades en las que se amangualan políticos con particulares para apropiarse de dineros destinados a proyectos, programas y obras del sector público. Sin embargo, al parecer, el sectarismo enceguece. No todos los ciudadanos, aquellos sin participación en las maniobras para los desfalcos, razona. Simplemente: Fulano o Zutano es intachable y punto; Perencejo es un ladrón y punto. Se repite lo que se oye vociferar a los “lideres” de la opinión. Hay una facilidad penosa para juzgar a la ligera (sin esperar los procesos jurídicos pertinentes) o manipular con la misma irresponsabilidad con la que los medios de comunicación hacen titulares.

En los recintos de las corporaciones públicas protagonizan enfrentamientos que no tienen nada qué ver con divergencias argumentativas para defender o hundir propuestas. El tiempo que deberían dedicar a sacar adelante asuntos de sus deberes y compromisos, se va en discusiones que nada aportan a la sociedad; por el contrario, se está viviendo la desazón lógica que se deriva de incertidumbres sembradas venenosamente, como si no fueran suficientes las violencias que van creciendo en la misma medida en la que el país se polariza, dividido por sectarismos políticos que “inspiran” peligrosamente. 

La tergiversación de la verdad, como por ejemplo decir que, en la casa alquilada para promover a Colombia en Davos, se sirvió café español, siendo que obviamente se trataba de café colombiano pero comercializado allí por una firma de España, es apenas una muestra de cómo poco a poco y sin tregua, se trabaja en la desinformación que, por lo demás, no es problema de los medios en Colombia solamente, es una práctica que va cogiendo fuerza en el mundo, y bastante dañina para la tranquilidad de cualquier país. Definitivamente ¿a quién beneficia estimular hasta honrar, a todo aquel o aquella que sea tan “valiente” insultando a la primera dama de Colombia, a exmandatarios, gobernantes, corporados y otros servidores públicos?

La deshonestidad, la conchudez abusando del erario por parte de cercanos a los mandatarios, las faltas a la honradez, el cinismo atrevido de las figuras públicas, las carencias de ética y moral, no se gritan en las calles y recintos públicos, menos cuando no hay certezas; la decencia también se mide cuando la prudencia deja que obren las instancias del caso.