2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La política no es pacífica

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

El pacto firmado en el Palacio de Gobierno por todos los grupos políticos en contienda electoral reclama por una “cultura política pacífica”.  

De salida se da en esta exigencia un más que enorme error de concepción de lo que desde Aristóteles  llamamos política que no es otra cosa que el respeto mutuo a unas formas de convivencia para una correcta interrelación social donde se respeta al individuo(a) y lo que llamamos sociedad se establece con base a un consenso establecido desde la libertad de cada uno o una, cumpliendo de este modo las premisas para que se dé una sociedad plural que tome la paz como un implícito de lo político y no como una receta farmacéutica al uso de cualquier desprevenido(a) dirigente según la ocasión.  

A ningún ciudadano(a) se le puede imponer el deber de ser pacífico como, pintorescamente, lo suelen hacer en tono belicoso los llamados(as) “pacifistas”  ya que la paz política que no parta previamente de un nuevo pacto social se convierte como lo ilustra nuestra historia en un escabroso camino de mentiras y de nuevas formas de violencia. Es aquello que Gregorio Morán les recuerda a los histéricos (as) pacifistas que protestan con la machacada consigna de “No a la guerra y sí a la Paz”; que si quieren ser consecuentes con lo que dicen predicar deberían estar ahora en Ucrania en la primera línea de fuego exigiéndoles a los matones de Putin el cese inmediato de la guerra y el regreso a la paz de la cual disfrutaba la sociedad ucraniana.  

Naturalmente estos(as) activistas después de sus manifestaciones de protesta volverán tranquilamente a casa sin que les llegue a quitar el sueño las terribles imágenes de los desplazados, de los hospitales bombardeados.  

La buena política es ante todo el triunfo de la razón – nunca dejemos de recordarlo- sobre  las perversidades de los instintos primarios, la lógica que impide que de llegar a encontrarme -valga el ejemplo-   en un restaurante con un político corrupto que continúa recurriendo a la violencia, sienta, instintivamente, el deseo de matarlo a nombre de la justicia que exigen las víctimas, pero es  la razón la que me impide hacerlo confiando en que algún día la justicia verdadera llegará a condenarlo.  

Gracias a este generoso compás de espera en la justicia es que los ciudadanos(as) hacen posible que subsistan los llamados Partidos Políticos o sea la Democracia llamada eufemísticamente representativa. 

Por eso me llamó la atención en ese Pacto lo de la “cultura política pacífica” que, naturalmente, sólo firmaron los Partidos Políticos tradicionales ya que invitar al “Pacto Histórico” a firmar y a comprometerse a cumplir esta ingenua propuesta es como invitar a una cena de corderos a la más despiadada jauría de lobos olvidando que quienes han recurrido y siguen recurriendo a la violencia para obtener una ventaja electoral nunca por principios doctrinarios renunciarán a ésta.  

Lo que debieron los Partido Democráticos es exigirles a los lobos vestidos de cordero que la explícita y previa renuncia a todas las formas de violencia debió ser no una cordial sugerencia sino una exigencia ineludible que debieron cumplir antes de ser admitidos en nuestra democracia.  

Yo no puedo caer en la ingenuidad de darle al enemigo lo que éste nunca me concedió ni me concederá.  Y éste como sabemos ha sido un imperdonable error de las llamadas democracias blandas que se paga muy caro.