Por Carlos Mario Restrepo Tamayo
No basta con mensajes en redes sociales. No basta con marchas esporádicas. Se requiere con urgencia un gran movimiento nacional, orientado a proteger la integridad de la Constitución Nacional, como muy bien lo anotó en su columna el doctor Luis Fernando Alvarez, expresidente del Consejo de Estado, en la cual nos recuerda además que la «Patria somos todos, todos somos responsables y por eso se hace necesario recordar los efectos nocivos del silencio de los indiferentes”. Y yo agregaría a rescatar nuestros principios y valores.
Colombia está enfrentando la peor crisis que haya vivido en muchos años de la historia de la República, con la llegada a la presidencia de Gustavo Petro y su movimiento el Pacto Histórico en forma ilegal, enarbolando engañosamente las banderas de la igualdad y de la justicia social, incurriendo en los mayores y más graves actos de corrupción.
Esta crisis de incertidumbre y de gobernabilidad se está manifestando lógicamente en todos los sectores de la economía. En la industria, el comercio, la construcción, la agricultura, la infraestructura dentro del sector privado, generando de paso un gran problema paralelo con el crecimiento del desempleo y con todas las consecuencias que este fenómeno nos acarrea.
Esta gran crisis que nos está afectando a todos por parejo se agrava aún más y en forma muy preocupante con el flagelo de la corrupción, la cual ha permeado en forma desbordada e increíble, a todos los sectores de la sociedad y lo que es más grave, a la institucionalidad.
Las bases de la sociedad, de nuestra democracia y de nuestro estado de derecho tienen que estar garantizadas en la ética profesional, en la honorabilidad y en la formación de los representantes de la rama judicial, empezando por los inspectores de policía pasando por los juzgados en todas sus instancias y llegando a los magistrados de las altas cortes.
En una encuesta reciente realizada por Caracol y la Universidad Libre se muestran los índices de desfavorabilidad del 83% que tiene la ciudadanía sobre la justicia y del 70 % de las altas cortes, un hecho que es sumamente grave tratándose de las máximas autoridades dentro de la escala de la rama judicial.
Cuando el río suena, dice el refranero popular, es que se ahogó un músico… Lo cierto es que esta descalificación que se ha granjeado la rama judicial y especialmente las altas cortes, no es gratuita.
Son constantes las quejas y las inconformidades del gremio de abogados por actos de corrupción de magistrados en el afán del CVY (como voy yo) por acción o por omisión, lo cual ha hecho que muchos profesionales del derecho desistan de su ejercicio profesional y se tengan que dedicar a otras actividades.
Siempre se ha dicho que es mejor un mal arreglo que un buen pleito. Si eso se ha dicho y ha hecho carrera, tiene que ser cierto. Los refranes populares son ciertos y sabios.
Nuestra sociedad es indiferente, egoísta. Todo le resbala y nada la sorprende. Se acostumbró a convivir en medio de la corrupción guardando un conformismo y un silencio cómplice y cobarde. Se perdió el nacionalismo y el patriotismo de nuestros abuelos, quienes defendían los valores con convicción y honraban el cumplimiento de sus actos con su palabra. Porque el honor a la palabra también se perdió.
Doctores tiene la santa madre iglesia y mientras este problema no me toque, yo me hago el loco. Esa insensibilidad social explica la gran crisis que atraviesa nuestra patria.
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