1 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La Agenda ONU 2030 y Ecohumanismo 

Jose Hilario Lopez

 

Por José Hilario López 

La Agenda 2030 (La Agenda) consiste en una declaración de la ONU promulgada en el año de 2015, que contiene 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas asociadas, los cuales buscan asegurar que los propósitos de la Agenda se extiendan a todas las naciones y sus habitantes. Esta ambiciosa agenda se propone acabar con la pobreza mundial para el 2030 y promover una prosperidad económica compartida, lo que ahora conocemos como creación de valor compartido, así como propiciar el desarrollo social y la protección ambiental para todos los países del orbe.  

La Agenda se basa en La Carta de la Tierra del año de 1997, derivada de La Cumbre de Río de Janeiro de 1992, que consigna la intención de «ayudar a la humanidad a cambiar la visión antropológica del hombre. Se necesita hacer la transición del hombre como rey de la naturaleza a la convicción de que forma parte de ella. Necesitamos un nuevo paradigma que reemplace los vagos conceptos antropológicos… y el mecanismo que usaremos será el reemplazo de los diez mandamientos por los principios contenidos en esta carta» (yo diría complementarlos no reemplazarlos). 

El portal Religión en Libertad acaba de publicar un artículo del historiador español Tomas López Pizcueta, que con argumentos supuestamente éticos trata de desvirtuar la Agenda. Según Pizcueta, desde una cosmovisión cristiana el cuidado de la tierra y de la vida no es mandato que haya sido ordenado «por la naturaleza en sí, sino por ser un regalo de Dios. La Tierra es un don de Dios y debemos cuidarla, es un bien moral”. A lo cual agrega: “La Agenda 2030, lejos de contener ningún referente espiritual,trata de ser una especie de cielo en la Tierra, pero sin Dios». En este sentido, mientras el mensaje evangélico al respecto es que «Dios dio la creación para su explotación y nuestros propios fines, para los partidarios de La Agenda es lo contrario(cuando afirman):«Pertenecemos a la Tierra, la Tierra no nos pertenece».

Para el referido historiador, La Agenda no persigue el bien de la persona, sino el de la Tierra. La ecología es el centro de toda decisión y no la persona». Acusación que refuerza con lo expresado por el Concilio Vaticano I: “todo lo que tenemos es un regalo de Dios, porque por lo que nos ama ha querido crearlo, no para aumentar su gloria sino para manifestarla y comunicarla”. 

Inconcebible que un historiador del Siglo XXI, con título de doctorado, reduzca el compromiso humano con el cuidado de la naturaleza y la preservación de los ecosistemas a un problema religioso, promulgado por antiguos textos judeo cristianos.  De ser así, el compromiso sólo sería mandatorio para los creyentes cristianos y judios, una tercera parte de la humanidad, dejando por fuera el resto de la población mundial que profesan otras religioses, a los agnósticos y a los no tienen creencia alguna.     

Como lo anoté en un pasado artículo que titulé“Ecohumanismo, la nueva cultura”, vivimos en un mundo diseñado para la exclusión y la injusticia social, situación que hace muy difícil detener el deterioro acelerado de los ecosistemas, que pone en riesgo nuestra propia vida. Ante la catástrofe anunciada surge la necesidad de encontrar un nuevo sentido a nuestra interacción con la Naturaleza, lo que implica cambios profundos en la economía, la política y la cultura, así como en la concepción ecologista judeo cristiana. Un nuevo humanismo, el Ecohumanismo, que supere el Antropoceno, que nos ha llevado a creernos los dueños del mundo y disponer, además, de la tecnología para transformarlo a nuestro antojo.  

Ecohumanismo es la nueva cultura por construir en la cual el hombre se haga responsable de la preservación de los ecosistemas, entendiendo que todo está entrelazado dentro de la gran unidad en la diversidad y complejidad de los seres que conformamos el planeta. La Tierra también somos nosotros. 

El cuidado de los ecosistemas y de los desvalidos de la fortuna son compromisos inseparables. De ahí el surgimiento de los derechos de la naturaleza con la misma jerarquía de los derechos humanos. No todo puede ser convertido en mercancía, como nos lo ha impuesto el Capitalismo. Se requiere una diferente concepción que conlleve el aprovechamiento de los bienes naturales para construir una justicia social en beneficio de todos. Poner la economía al servicio del ser humano y de la preservación de los ecosistemas es el gran compromiso del Ecohumanismo, una nueva cultura que supere las contradicciones del Capitalismo, que sólo pude sobrevivir sobre explotando bienes naturales y la acumulación de estos, aunque esto conlleve a su deterioro y/o agotamiento. 

El Ecohumanismo puede ser concebido como una ética laica, no exclusiva de ninguna religión, que puede ser aceptada incluso por los no creyentes. Es que el grave riesgo a que hemos llevado la existencia de los ecosistemas es un problema universal, que debe ser abordado independientemente de nuestras propias creencias religiosas. Aun más, me atrevería a pensar que es un problema que se debe abordar desde lo político y lo cultural, sin exclusiones religiosas ni de razas. 

Salvar los ecosistemas y con ellos nuestra propia vida es un mandato biológico, que nos compromete ante todo como seres humanos incluso a los fanáticos religiosos y a todos los ideologismos y creencias.