
Por Gerardo Emilio Duque
A Mery, empleada de la casa de mi madre durante muchos años, se le murió un hijito dentro del vientre con escasos meses de embarazo. Mery cremó los restos del nonato y desde su lecho de enferma envió las cenizas donde mi mamá para ver que hacíamos con ellas en recordación.
Empezó la discusión, ideas van, ideas vienen hasta que yo propuse que la enterrásemos en el parque y sembramos un arbolito ahí mismo. La propuesta fue aceptada y toda la familia salió en marcha fúnebre para el parque y mientras arrojábamos las cenizas, sembrábamos el arbolito, rezábamos y hacíamos plegarias cogidos de la mano entonando cánticos.
Entonces se apareció “Molusco” el vicioso del barrio y nos miraba asombrado. Y se fue diciendo: y así dicen que el mariguanero es uno.
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Me desempeñaba como asesor y consultor en la facultad de derecho, consultorio jurídico de la Uniremington prestigioso centro de educación superior, ubicado en el Parque de Berrio, corazón de la ciudad de Medellín.
En ejercicio de mi función me correspondió atender a un ciudadano que llegó muy inquieto, absolutamente preocupado, le dije: siéntese. El hombre dificultosamente se acomodó en la silla y me dijo: doctor, estoy muerto. Cómo así, qué le pasa. Le pregunté yo. Doctor, no aparezco vivo, me dijo. Cómo así, le dije. Si doctor en todas partes aparezco muerto, en la Sijin, la Registraduría, en los bancos de datos yo aparezco muerto, me expresó muy angustiado. Vamos a ver, le dije. Dame tu nombre y tu cédula yo averiguo aquí. Y con la ayuda de mis asistentes empezamos a buscar y efectivamente aparecía muerto.
El viejito que observaba toda la parafernalia, con los ojos encharcados me dijo: qué hacemos. Le dije, espere mi señor yo hago una llamada y le cuento. Y me manifestó casi llorando: doctor por Dios, a dónde va a llamar. Y le dije: a la funeraria a que vengan por usted.
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A la mujer de un alto ejecutivo, de cuyo nombre no quiero acordarme, le contaron que el marido tenía moza. Le dieron el nombre y todas las características, inclusive ella la conocía. Cuando la mujer le hizo el reclamo el ejecutivo, cogió a la ingenua esposa a punta de carreta para convencerla de que era un requisito social y político que los hombres importantes, famosos y brillantes siempre deben tener una moza por efectos de caché. La pobre señora se tragó el cuento enterito y aceptó plácidamente.
En una oportunidad el jefe del brillante ejecutivo venía de viaje del exterior y entonces el ejecutivo subalterno le dijo a la ingenua señora, mija póngase bien pispa pa’ que vamos a recibir al jefe. Se fueron hacia el aeropuerto y de la nave que traía al señor se bajó el flamante ejecutivo con una vieja del brazo.
La esposa ingenua miró al jefe, miró a la vieja y le dijo al marido: está mejor la de nosotros, sí o no.
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En Sopetrán, acogedor municipio de tierra caliente y gente muy amable donde me desempeñaba como auditor regional de la Contraloría General de Antioquia, me hice muy amigo de una negra muy linda, promotora de la secretaria de salud del mismo departamento que se llamaba Nidia Herrera (QEPD).
Cierto día estando en el parque con Margarita Posada, mi novia, en la heladería de León Madrid buen amigo, observé que la negra Nidia estaba al frente en otra heladería con unas compañeras.
Me morí de susto y le dije a León: ayúdame, León, ayúdame que se me van a juntar las dos. León llamó al alcalde y este mandó inmediatamente la volqueta del municipio y con el cuento de que había una diligencia urgente, la volqueta se llevó a Nidia.
Yo ya me tranquilicé, seguí tomando cervecita y en esas se arrimó un gamín como pato de pueblo que le decían nalgas, pero yo lo puse caderas, y va diciendo en voz alta delante de Margarita: doctor esta está más culona que la tiene aquí.
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