19 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Formación cívica y ciudadana de niños y jóvenes como gestores de una sociedad pacífica, igualitaria y próspera  

Enrique Batista

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

La posibilidad de vivir en una sociedad democrática depende de la sólida formación de niños y jóvenes en el civismo, los principios morales y las normas de urbanidad. En ella se asiente la sana convivencia y es la base para la participación democrática. 

El civismo se asocia con sentimientos y comportamientos conscientemente guiados para el bien común; así, es una expresión de interés, respeto y de pertenencia solidaria a una comunidad.  (https://shorturl.at/ghnPT). 

La formación para la ciudadanía ha estado olvidada o sometida a frecuentes cambios y adaptaciones según las necesidades que crean las aceleradas transformaciones sociales y culturales.  No pueden existir fórmulas estereotipadas para el civismo, ni normas de urbanidad perennes, sin actualizaciones, como las del profesor Manuel Carreño, publicadas en 1853. La adecuada contextualización de ellas es la necesaria exigencia que imponen hechos y circunstancias en el mundo, entre ellas la globalización en sus diversos componentes económicos, culturales, sociales y tecnológicos y la denominada ciudadanía digital (y global) cuyas características bien han sido expresadas por la UNESCO. (https://shorturl.at/jxNQR). A esos hechos y circunstancias, se agregan elementos determinantes adicionales que reorientan la formación cívica de niños y jóvenes, como es el mandato y compromiso con el desarrollo sostenible y sus exigencias de una relación más consciente con el medio ambiente, la conservación de su biomasa, la biodiversidad   y la totalidad de los muy distintos ecosistemas.  

Así, la formación cívica, y para la ciudadanía, ha cambiado en su estructura, contenidos y formas. Se imponen nuevos aprendizajes, nuevos compromisos y actitudes, tanto para la vida en comunidad en este siglo XXI como para el conocimiento y ejercicio pleno de la ciudadanía. Esa esencial formación, en el proceso perenne de socialización, está hoy contextualizada en  seis dimensiones interrelacionadas: 1) Las ya mencionadas sobre el cuidado y preservación medioambiente  y todas   las formas de vida en el planeta; 2) el medio social inmediato  con sus características particulares en el que se desenvuelve el estudiante; 3)  el contexto formativo escolar y familiar  para aprender los fundamentos para el ejercicio de una plena ciudadanía nacional; 4) el ámbito internacional, que conlleva la necesaria  formación para la ciudadanía global; 5) la formación e impacto que niños y jóvenes reciben por los diversos canales y plataformas digitales que compiten o se sobreponen sobre la familiar y la escolar; y 6) la primacía que adquieren los nuevos derechos humanos.    

Se hace evidente que hoy el contexto para una formación cívica es mucho más complejo que años atrás. También es más difícil de responder y caracterizar esa formación debido al surgimiento de los nuevos contextos de relación entre humanos. De ese modo, se requiere una concepción y aplicación de una formación cívica flexible que se corresponda con hechos y realidades sobrevinientes cómo los nuevos derechos humanos, el impacto y empleo generalizado de tecnologías digitales para la interacción entre humanos. Impacto ya no sólo local, sino derivado de la inmersión plena en un contexto globalizado que redefine a los ciudadanos de la urbe o del campo, pero que también perfila a todos como ciudadanos del mundo. Es una ciudadanía que se condiciona y se recrea según contextos nacionales o culturales específicos; es una ciudadanía que los cambios mundiales afectan de manera diferenciada, pero inexorable. Por este motivo, se ha dicho que no se «puede hablar de civismo sin conocer el contexto social, político y económico en el que viven las personas, así como los intereses en juego en todo el sistema social y económico en el que vivimos». (https://shorturl.at/ghnPT).  

Entonces, en el contexto y condiciones señaladas, se puede afirmar que la muy esencial y crucial formación cívica tiene como atributo y núcleo central las relaciones solidarias y pacíficas entre los seres humanos, dotados estos de las actitudes, valores y conocimientos para ejercer la ciudadanía en ambientes democráticos recorridos, como sabemos, por el conjunto de deberes y derechos que exige la vigencia y la participación en un Estado Social de Derecho. En otros términos, una formación cívica que apunte fundamentalmente a comportamientos que garanticen deberes y derechos en variedad de ambientes y contextos que, con sus variantes, aseguran relaciones armónicas entre personas y grupos humanos de distintas culturas. La meta consiste en formar seres humanos con las habilidades para entender y aceptar, desde la cultura propia, los modos de comportarse de otros individuos, entre ellos los que se expresan en las variedades lingüísticas, gustos, valores específicos, ideologías, modos de entender y comprender el mundo, valía asignada a objetos, identidad nacional y fe religiosa. Es decir, persona con madurez afectiva y cognitiva para comprender la riqueza presente en la variedad de concepciones y expresiones patrimoniales, nacionales y culturales, presentes en diversos grupos humanos.  

Entonces, hoy, en la complejidad del mundo en que vivimos, los componentes de la formación cívica están afectados por nuevas formas de comunicación y de relaciones entre humanos, entre ellas las digitales por Internet o por las omnipresentes y no rehuibles redes sociales. Afectación que se da, además, por persistentes problemas como los que se derivan de los intensos y acelerados procesos de desplazamiento e inmigración de miles y miles de personas, por fenómenos como la gentrificación, las crisis económicas, desempleo, inseguridad, guerras, pobreza, corrupción imparable, insalubridad, democracias débiles, autoritarismo y la inobservancia generalizada de reglas (incluso en la escuela). Son fenómenos que dan lugar a comportamientos contrarios a la deseada formación cívica como la xenofobia y diversas formas de discriminación, esclavitud (incluida la digital), asignación de minusvalía a otras personas o grupos sociales diferentes al propio, incluso dentro de la misma ciudad o barrio en ella, y concepciones o interpretaciones diferentes de la democracia. La ciudad, que es espacio para la convivencia, también lo ha sido para el conflicto. 

La International Civic and Citizenship Education Study – ICCS- investiga desde hace varias décadas a jóvenes escolarizados en lo referente a su nivel de preparación para llegar a ser ciudadanos en un mundo con democracia fortalecida. En su más reciente estudio (dado a conocer en su estructura en 2023 y resultados en el 2024) enfatiza el debido reconocimiento a los derechos que tienen los ciudadanos y  resalta la formación cívica escolar en el desarrollo de las potencialidades que tienen los jóvenes para  que, de manera positiva, contribuyan al desarrollo de sus respectivas sociedades; o sea, el propósito para que los estudiantes en las escuelas adquieran las actitudes, los comportamientos y los conocimientos para comportarse como seres sociales responsables, éticos y como ciudadanos cívicos, participativos en una sociedad democrática. Una bien lograda formación cívica permite lograr que los estudiantes tengan esas actitudes y disposiciones para participar en la vida cotidiana de su respectiva sociedad; debe ser una formación cívica para ofrecer oportunidades y los medios para ejercer de manera activa la ciudadanía. (https://iccs.acer.org/). 

En sus estudios, en distintos países del mundo, la International Civic and Citizenship Education Study – ICCS-,  señala como fundamento de las sociedades cívicas el apoyo, protección y promoción de los principios y de las responsabilidades de los ciudadanos basados en los componentes de: equidad; libertad; Estado Social de Derecho; leyes promulgadas abiertamente, aplicadas con igualdad y asociadas a los estándares internacionales de protección de los derechos humanos; sostenibilidad; y solidaridad. Su estudio más reciente (cuyos resultados, como se indicó, se publicarán en 2024) fue realizado con aproximadamente 80.000 estudiantes de octavo grado, 50.000 maestros y directivos escolares de 25 países, entre los que estuvieron Brasil y Colombia. (https://rb.gy/volkthttps://shorturl.at/dkxz9). 

La escuela, en sí misma, es un ambiente para la adquisición, la fundamentación y el ejercicio de las actitudes y de los comportamientos cívicos, por lo que en ella debe fijarse y mantenerse un ambiente favorable desprovisto de la idea de que la formación cívica y la urbanidad, con el conjunto de valores que encierran, son asignaturas que necesitan ser «dictadas» y aprobadas mediante exámenes. Los estudiantes, maestros, personal administrativo y demás trabajadores asociados a los ambientes escolares, como también los padres de familia, tienen que reconocer y practicar los principios que se han enumerado aquí. Las actitudes y valores que se expresan y comparten, así como el comportamiento cotidiano, son fundamentales para asegurar éxito en la formación cívica y ciudadana de los estudiantes, gestores de una sociedad pacífica, igualitaria y próspera.