17 mayo, 2024

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Escuelas con futuro o el futuro de las escuelas: más allá de las reformas educativas

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto)

https://paideianueva.blogspot.com/

«School will be a different world within 10 years… If it still exists» – Neil Selwyn 

Es frecuente conocer las intenciones y ´propuestas para reformar la educación, contexto en el que surgen, y son válidas, las inquietudes sobre si la escuela dejará de existir, si ella tiene futuro, si tendremos que ir a algún ignoto exoplaneta o a algunos de esos otros universos paralelos al nuestro, para que tengamos, al fin, una escuela que responda a las necesidades de las nuevas generaciones y de la sociedad actual y de la futura. Tal vez, en esos otros universos podamos volver a entender la importancia del conocimiento y de la formación en el carácter y en el desarrollo pleno y sano de la personalidad de los niños, universos que permitan tener maestros con la riqueza interior que les facilite apoyar el progreso continuo de los discípulos. 

Unos universos en donde se recupere la alegría de aprender y el progreso constante de los alumnos, libres de los grilletes que los atan a la obligación de tener que aprender a la fuerza, con los dolorosos latigazos de las siempre amenazantes (y nada amenas) calificaciones, con sus variados sistemas de exámenes. En nuevos universos para que la escuela sea un mundo amigable, en donde el fomento de las habilidades de alto orden sea un proceso ordenado, facilitado por los mismos estudiantes y por sus maestros. 

El ciberespacio, la realidad aumentada, la inteligencia artificial y los metaversos pueden estar marcándonos el camino para atravesar, como si fuese por agujeros de gusanos intergalácticos, las murallas de nebulosas que impiden a muchos visionar una escuela en el futuro, con futuro. La ya desgastada escuela vigente se podrá dejar como reliquia a aquellos que carecen de la voluntad para asegurar un futuro próspero a las nuevas generaciones, a aquellos que no desean ver, a los que no reconocen el légamo, odioso limo, que impide a niños y jóvenes la alegría y voluntad de aprender, a aquellos que reforman sin cambiar. Se precisa comprender la necesidad de preservar la institución «escuela», pero alterada en su esencia, con la expresa y consciente intención de crear nuevas condiciones y ambientes para la enseñanza y el aprendizaje. 

El 24 de enero de cada año se celebra el «Día Internacional de la Educación», como una recordación en extremo transcendental sobre la conciencia que todos en el mundo debemos tener sobre la importancia y magnitud de los procesos formativos de las nuevas generaciones y de la creación de sociedades pacíficas y concordia entre los pueblos y culturas, así como el cuidado y preservación de los ecosistemas. Con frecuencia, este día pasa desapercibido para la inmensa mayoría de las personas en todo el mundo, contexto en el cual importa señalar que todavía 
no hay una «Día Internacional de la Escuela», hoy la más importante de todas las instituciones sociales existentes.  

Reformar significa «rehacer», «formar de nuevo»; con el énfasis puesto en «nuevo», y no en lo viejo, caduco y retocado. De lo contrario, es un pestañeo insulso, nada productivo. Reformar, podría asociarse con ruptura de paradigma, pero, para algunos, las reformas son su antónimo, presentes en los verbos «conservar», «mantener» y, a la larga, en «archivar», en preservar el statu quo y los privilegios; o sea, dejar todo igual o peor, con apariencia de cambio para calmar reclamos o peticiones de momento. Es el cambio sin cambiar que, en el caso de la escuela, no le ofrece a esta institución social la posibilidad de futuro. Y con ello, la ausencia de un futuro cierto para las nuevas generaciones.  

Reformar la escuela consiste en su transformación, directa, explícita y consciente, mediante una innovadora nueva forma, pero que efectivamente sea eso: «nueva». En el complejo mundo en el que estamos inmersos, tenemos una escuela que arrastra concepciones y prácticas escolares desde finales de los años 1500, cuando surgió la primera escuela pública, y también desde los años 1800 cuando surgió la escuela por grados actual con su sistema de calificaciones.   

Es preciso reconocer que, en general, se carece de la formación, de la cultura y del conocimiento de las diversas estrategias necesarias para abordar la complejidad de la transformación escolar que se necesita para que efectivamente podamos tener una escuela con futuro https://futureschools.education/. La primera escuela pública surgió a finales de los años 1500 en medio del movimiento llamado «Renacimiento», con el cual se impulsó el regreso a los orígenes de los conocimientos y la visión del mundo de los antiguos griegos. Ese fue un renacer, en el cual la formación de las nuevas generaciones empezó a ser una preocupación, ya más formalizada, tal como lo expresaron los primeros pedagogos de la modernidad. 

El futuro es ya, con énfasis autoevidente, empieza en el próximo segundo y se perfila de nuevo en el siguiente. Una escuela sin futuro, no lo es, está en el camino acelerado para desaparecer como significativa, valiosa y esencial institución social. Ella es necesaria para la construcción de nación, de culturas, de afectos y de democracia. La escuela, surgida de los avances progresistas de la clase burguesa hace cinco siglos, centrados en la igualdad y el acceso universal a los conocimientos, carece hoy de futuro. Anclada en el pasado remoto, la escuela está en vía de desaparición como elemento vital  de las sociedades; pervive una concepción de escuela que no sirve y tampoco interesa a las nuevas generaciones; concepción que persiste en aquellos embelesados en retocar el modelo existente mediante la elaboración de reformas educativas, que resultan ser cosméticas o mímicas de transformación, porque no hay innovación esencial para responder a las obligantes necesidades de cambiar de rumbo para que ella, la escuela, pueda ser un elemento fundamental en la vida de todos los miembros de las nuevas generaciones. 

Volver a crear e innovar son los ingredientes esenciales de una reforma educativa que facilite la permanencia de la escuela como patrimonio universal, irrenunciable e impostergable. El común de las reformas educativas que se plantean asume que el modelo de escuela actual sólo necesita algunos retoques para poder responder a las exigencias de las sociedades en el mundo; modificaciones  que se formulan bajo la errónea creencia de dejar el modelo abierto para sucesivas e inútiles reformas de la escuela, con desconocimiento del contexto actual y con  la preservación  incólume de  las creencias sobre modos aprender y de enseñar y, en general, de  la  formación escolar de hace cinco siglos.  

Con la evolución de las sociedades, afectadas en sus diversos componentes sociales, culturales, políticos, ideológicos y morales, se ha impuesto la necesidad de una nueva escuela. La actual, encumbrada sobre viejos pedestales, corre un riesgo alto de desaparecer. Hoy carece de futuro cierto, porque se le ha agotado su capacidad de ser adecuada a nuevos tiempos y circunstancias y, porque en su vital función, ha sido ignorada o tratada con descuido sumo, en medio del conformismo de gobiernos y de los más distintos sectores sociales.  En algunos países, como en Colombia, ha desaparecido incluso la misma denominación de «escuela», para ser sustituida por una de carácter burocrático y asaz ambigua, como lo es «institución educativa». No es lo mismo la escuela que esa «institución», así llamada por sus fines burocráticos, economicistas y de gestión de los recursos humanos.  Pero la escuela sigue ahí en espera de su verdadera transformación. 

Es necesario contar con una escuela diferente, con futuro. Con características sustancialmente distintas de aquella en la que estudiamos y en la que se han formado muchísimas generaciones. Una escuela para el futuro, con futuro, abierta e innovadora, con metas y estrategias de enseñanza y de aprendizaje acordes con los avances en ciencias y tecnologías, según los cambios sociales y la vigencia de nuevos derechos y valores. Proceso que se basará en transformados métodos pedagógicos construidos y validados por maestros y alumnos de modo creativo y pertinente para alcanzar las metas formativas de manera activa y sistemática, pero bajo claros principios éticos orientados por el bien común y el progreso colectivo.  (https://rb.gy/z91r7s).