Por Enrique E. Batista J., Ph. D.
https://paideianueva.blogspot.com/
En Internet no existe algo que pueda llamarse privacidad, A la larga. o más bien a la corta. Todos nuestros datos personales, de todas las Ãndoles, circula sin nuestro control en cualquier recoveco del ciberespacio. Circulan con descuido y hasta con abominable inconsciencia y cuotas de nuestra supina estupidez de los muy negativos y aberrantes efectos. Son puestos a disposición de mercaderes de pensamientos, emociones, deseos, atributos fÃsicos y psicológicos, ideologÃa que sostenemos y religión que profesamos. Se agregan, asà mismo, las siguientes: identificación del núcleo familiar y de amigos, gustos y disgustos, comportamientos Ãntimos, productos que consumimos y lugares donde los compramos y con qué frecuencia, redes sociales que tenemos con registros de dÃas y horas en que las usamos y con quién se da cada interacción, la lista completa de nuestros amigos (ahora llamados «contactos»).
Y todavÃa más: páginas que visitamos en la Web, búsqueda que hacemos, historia laboral, lugares que visitamos, salario y deudas, enfermedades fÃsicas y psicológicas que padecemos y con ello nuestra historia clÃnica, remedios que tomamos, nombre y caracterÃsticas de nuestro entorno familiar, estudios realizados y dónde, historia laboral y médica, cÃrculo de amigos inmediatos y remotos. Es decir, de todas aquellas caracterÃsticas y comportamientos que nos dan una identidad única, incluida la información en nuestro ADN. Y mucho, muchÃsimo más. Con nuestro descuido y consentimiento abierto nos hemos convertido en esclavos digitales. Con frecuencia, seducidos por la abierta trampa de que determinados servicios, apps y plataformas son gratuitos.
No hay nada gratuito en Internet. Todo tiene un costo, el cual se paga de diversas maneras, en especial con nuestros datos personales. El descuido y el consentimiento nada bien informado nos ha vuelo esclavos digitales. Esclavos ciegos, obligados a hacer lo que ordenen los amos de las plataformas digitales, usurpadores de nuestra libertad y voluntad. Hoy no tenemos nada que esconder, todo lo nuestra ya es sabido; cada vez que cibernavegamos, bajamos una determinada app o nos afiliamos a una red social, acrecentamos para otros, que comparten con las organizaciones ávidas de nuestros datos vendiéndolos al mejor postor. (Véase: https://rb.gy/diarxg).
Llegamos a no ser dueños de nosotros mismos, de nuestra voluntad para decidir y hacer. Nuestros datos valen mucho dinero en las manos de otros, sin que usufructuemos ganancia alguna, dada la condición de esclavo digital. Los dueños de nuestra información que, con inexcusable paradoja, ya no somos nosotros mismos, tienen sus corporaciones comerciales, praderas donde cultivan ganancias y escandalosas ganancias haciendo minerÃa de datos. Asà ocurre que los esclavizadores de ahora nos obligan a nutrir sus fincas, laboratorios y minas. De ese modo, ahora somos todos esclavos de unos muy pocos que, como Rico McPato, se ahogan en montañas de monedas de oro y de cìberdinero. Se estima que los ingresos anuales suman más de US $250.000 millones con sus laboratorios y minas de datos.
El libre albedrÃo ha desaparecido en la maraña de la esclavitud digital. Unos pocos controlan nuestra voluntad, nuestras decisiones polÃticas, nos crean necesidades, deciden por nosotros qué comprar, qué comer, por quién votar en elecciones. Cada vez está más coartada nuestra voluntad para decidir con libertad, ya confiscada por ciberempresarios, ciberdelicuentes, intrusos de todas las calañas, y también por grupos polÃticos y gobiernos.
Somos esclavos digitales, sumisos al volvernos adictos para un uso intenso y automático de las redes sociales; ante la imposibilidad de no hacerlo, de no tener dispositivo digital o ante la ausencia de conexión, se padece el sÃndrome de la abstinencia y se ruega al esclavizador que se apiade del sufrido cibernavegantes. Condición que se agravará más con los inminentes avances en la lectura de nuestros pensamientos, deseos e intenciones y el sembrado de recuerdos y creencias ajenos en nuestras mentes.
Vivimos una intensa paradoja: importantes avances cientÃficos y tecnológicos se dan a diario para el bien de todos, pero son aprovechados por unos pocos, llevando a miles de millones a la vil esclavitud digital, usualmente bajo el engaño, mencionado, de que son servicios digitales gratis. No hay nada gratis en la Red, red en las que nos enredan y pescan como incautos cómplices del atracador ladrón, muy hábil, sin necesidad de coerción o con engañosa seducción.
Al esclavo digital se le ofrece, a cambio de algún servicio, acceso libre a sus datos. Otra paradoja: ese acceso «libre» lleva la confiscación de la libertad, a la esclavitud digital, a esa condición como con los demás esclavos en la historia, de no poseen nada. Las cinco grandes empresas tecnológicas (Amazon, Apple, Facebook – Meta, Google y Microsoft), entre muchÃsimas más, obtienen inmensas ganancias con sus servicios «gratuitos» a cambio de nuestros datos e intimidad.
Datos de los que no tenemos derechos de propiedad o hemos renunciado a ellos en el momento de afiliarnos a una red social, a un navegador, a una plataforma digital de servicios, al suscribirnos a una cuenta de correo, bajar una app, visitar sitios web, incluidos los de los gobiernos. En el «Harvard Business Review» se ha afirmado que una familia de cuatro miembros genera anualmente con sus datos cerca de US $20,000. «¿Quién lo acapara? significa que minamos datos diariamente para que otros se beneficien de un valor que nos pertenece y determinan su nivel de privacidad sobre nosotros. ESO ES ESCLAVITUD DIGITAL». (https://rb.gy/apvwmj). De otro lado, las ganancias anuales superan los US $150.000 millones (https://rb.gy/cyvyq6).
Estamos ante un crimen de lesa humanidad, Conviene sumarnos a las propuestas de incluir, en serio y con firmeza, en la «Declaración Universal de los Derechos Humanos» la prohibición de la esclavitud digital. Tenemos, además, que ser mucho más cuidadosos en los datos que aceptamos entregar y promover la prohibición del uso las «cookies», carnada tramposa de los esclavistas para atrapar y esclavizar a incautos.


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