A Uribe no lo representa nadie. Es un caudillo, solo él se representa a sí mismo.
Por María Isabel Rueda (foto)
Desde que la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez dijo en una entrevista que una cosa es el partido Centro Democrático y otra muy distinta, el Gobierno, nos dejó pensando. ¿Era el anuncio madrugado de un distanciamiento político que tarde o temprano comenzaría a darse entre Duque y Uribe, y al que perfectamente puede aplicársele la hermosa definición jurídica de aluvión, como “el lento e imperceptible retiro de las aguas”?
Que si se ve venir es por una razón: a Uribe no lo representa nadie. Es un caudillo, y como buen caudillo, solo él se representa a sí mismo.
La pregunta es si, al final, la frialdad entre los dos será tan fuerte como el enfrentamiento que ocurrió entre Uribe y Santos, que los dejó graduados de archienemigos de por vida.
Alertas de este enfriamiento hay. Uribe lanzó su propuesta de aumento del salario mínimo, y el presidente Duque guardó silencio y no la avaló, pero no podemos decir que no la conociera, porque el senador Uribe la soltó muchas veces en campaña. (Lea la columna).


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