1 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El ‘Sábado de Gloria’ llegará

Por Anselmo “Chemo” Quiroz 

Se me parece tanto esta Semana Santa a las que yo viví de niño (hace rato ya) que no he podido aguantar las ganas de compartirles algunos recuerdos.

Mi papá era el capataz o cuidandero (por acá en el interior lo llaman mayordomo) de una finca cerca a Betulia, en Sucre.

La Semana Santa era de recogimiento total. Los jueves y viernes Santos la radio sólo ponía música clásica y, si alguna voz se oía, era la del Mártir del Calvario en apuros. No podíamos usar machetes, ni montar a caballo, ni salir de casa, ni tomar licor. Era una ofensa al Señor. Mi padre ordeñaba las vacas pero regalaba la leche a niños, jóvenes, adultos y ancianos que, por la tradición, madrugaban desde pueblos cercanos a hacer fila en la puerta del corral.

Mi madre, rodeada de hermanas y sobrinos que venían de las ciudades a pasar los días Santos con nosotros, disfrutaba cocinando olladas de arroz con fríjoles o coco, motes de queso y guisos de hicoteas o pescados que mi viejo despresaba y aliñaba por la mañana. No faltaban el suero, el queso y la chicha de maíz.

‘La mejor reverencia que le podemos hacer al Señor es comiendo bien y quedándonos en casa disfrutando de la familia’, le oía decir a mi vieja.

Se hacía comida para que sobrara pues, si alguien llegaba, tras el saludo, ya tenía la mesa servida.

No faltaban tampoco los tradicionales dulces de ñame, papaya, coco o caimito, manjares que se degustaban en casa y que, también mi madre, el domingo por la tarde, empacaba por porciones en frascos de vidrio para mandarle a los familiares ‘que este año no vinieron’.

Estaba prohibido, sin decretos, comer carne de gallina, res o cerdo, ni hacer el amor, so pena de quedarse pegados los amantes. Los aviones no podían despegar ni los carros transitar. Tampoco se podía laborar en  campos ni ciudades. ‘Eso ofende a Dios’, decía mi padre, quien los días previos iba a la Rosa y traía los ñames, yucas, cuatrofilos, plátanos y batatas suficientes para pasar los días Santos.

Los rezos, las oraciones, los cantos religioso y las abstinencias terminaban con la llegada del ‘Sábado de Gloria’ . Nunca me lo pude explicar pero un día antes de la Resurrección del Señor, todo el mundo ‘soltaba la perra’. Bailes, trago, sancochos de gallina, chicharronadas y borrachera.

Poco a poco, y con el pasar de los años, todo fue cambiando. La Semana Mayor se convirtió en el ‘puente festivo’ más largo del año (al menos así lo denominaron los noticieros de TV) y miles y miles de personas dejaron atrás las tradiciones religiosas para salir alocadamente en busca, por tierra o por aire, del mar, de las fincas, de las piscinas, del licor y de los juegos de azar. Daba la impresión de que el ‘Sábado de Gloria’ comenzaba el jueves.

Por eso se me parece tanto esta Semana Santa a las que yo viví de muchacho. Hoy, aunque por decreto, todos en casa, orando y comiendo en familia. Sin mar, sin fincas, sin piscinas y sin trago, todos pegados de Dios para que pronto llegue el anhelado ‘Sábado de Gloria’, pero no para bailar y emborracharnos, sino para estar más cerca del día domingo, en que el Señor Resucite y pueda ver lo que nos está pasando.

Dios nos bendiga a todos.