19 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El paisaje y las licencias de construcción 

Dario Ruiz

Darío Ruiz Gómez 

“Abría la ventana y me quedaba mirando la lejanía de las montañas, la luz del atardecer “me cuenta una amiga que vive en una población de Oriente y para la cual la contemplación del paisaje se convertía en un estado de ánimo que equilibraba su espíritu.

Ahora, me señala, a causa de las licencias de construcción concedidas para edificios de cinco pisos de una urbanización el paisaje ha desaparecido y en lugar  de la tranquila presencia de esas montañas  lo que veo es una fea muralla ya que con total impunidad los constructores elevaron la altura de los edificios a nueve pisos sin que nadie les llamara la atención. Y esta agresión se repite a lo largo y ancho de toda la meseta de Oriente rompiendo con la altura debida de las edificaciones y sobre todo ignorando olímpicamente el Sky Line que es una norma universal en defensa de la escala  que se debe mantener respecto a un entorno de ciudad o del área rural sancionando debidamente a quienes atenten contra ella tal como pasó con la ofensa cometida por el llamado edificio Acuarela en Cartagena que no respetó la escala de la Ciudad  histórica ni la volumetría  del soberbio Castillo de San Felipe. En un boletín de Urbanistas leí hace poco que la responsabilidad  respecto al caos urbanístico y la destrucción del paisaje no es solamente de los especuladores de lotes  sino de quienes desde las oficina de Planeación otorgan a granel licencias de construcción olvidando lo  establecido por los POT respecto a los debidos retiros frente a las quebradas, ríos, caminos o carreteras consideradas  implícitamente como un Patrimonio Cultural de las Comunidades  ya que bajo este reconocimiento no solamente se tiene en cuenta los considerados bienes muebles e inmuebles sino de manera primordial el paisaje que es un valor intangible construido a lo largo del tiempo, una referencia sentimental de quienes lo recorren y lo han recorrido. 

El paisaje es más necesario que el pan decía René Char el gran poeta ya que el pan puede amasarse de nuevo mientras un paisaje que ha sido agredido ya nunca podrá recuperarse. El lamentable caso de Llano Grande donde la perversa norma de uso mixto permitió que fueran apareciendo en un desorden terrible chatarrerías, ventas de materiales de construcción, garajes de mecánica, etc, hasta hacer desaparecer la belleza que la carretera había enmarcado con setos y floraciones, árboles memorables. De esta agresión vulgar ya nadie podrá recuperar lo que supone el valor de un paisaje que no podría ser clasificado como propiedad privada ya que para los habitantes que recorrían estas distancias era parte de su experiencia de vida. ¿No se había planificado antes el territorio para salvar el paisaje, para racionalizar el proceso de las nuevas construcciones, remitiendo al Sky Line que impone, repito, una medida del orden impidiendo la   desmembración del territorio en lotes insulares, ajenos unos de otros? La carretera que va de la Fe al Retiro por su belleza es una lección de paisajismo que llegó a ser considerada – recuerdo en esto la intervención del gran Jaime Tobón Villegas- como Patrimonio cuando hace quince años comenzó la primera y feroz oleada de invasiones inmobiliarias. Hoy cuando observo la irracionalidad con que de nuevo se destruye un territorio tiemblo cuando veo un bosquecito de árboles y trepadoras florecidas, un remanso visual que enaltece el sentimiento de común belleza – Santuario de la Virgen – y tiemblo al pensar que pronto la retroexcavadora lo doblegará ya que como en una célebre caricatura donde dos promotores que miran un hermoso arbolito uno de ellos le dice al otro. “Sí hay que arrancarlo ya que aquí va la zona verde de la “Urbanización”.