Puedo utilizar mi tiempo para escribir en paz y con mucha tranquilidad.
El mismo año mi padre a la edad de 95 años, sin ninguna condición crÃtica y sin depender de nadie, conoció a su creador.
El mismo año Dios bendijo a mi hijo con una nueva oportunidad de vida. Mi coche quedó destruido pero gracias a Dios que mi hijo quedó sin ninguna discapacidad.
Al final escribió: ¡ESE AÑO FUE UNA INMENSA BENDICIÓN!
Eran los mismos hechos pero con diferentes puntos de vista.
Si reflexionamos que podrÃa haber ocurrido algo más, estaremos verdaderamente agradecidos con Dios.
MORALEJA: No es la felicidad la que nos hace agradecidos, sino el agradecimiento el que nos hace felices. Siempre hay algo que agradecer.
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