2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Oasis de la vida

Por Luis Carlos Correa Restrepo

CUENTO SOBRE LAS EPIDEMIAS

Este cuento fue soñado por Carl Gustav Jung en la época de los 60 y publicado en su «libro rojo».

«-Capitán, el chico está preocupado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto.

-¿Qué te inquieta chico? ¿No tienes bastante comida?

– ¿No duermes bastante?

– «No es eso Capitán. No soporto poder bajar a tierra y no poder abrazar a mi familia».

– ¿Y si te dejaran bajar y estuvieras contagioso, soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede aguantar la enfermedad?

– «No me lo perdonaría nunca, aun si, para mi han inventado esta peste».

– Puede ser. ¿Pero si no fuese así?

– «Entiendo lo que queréis decir, pero me siento privado de mi libertad, Capitán, me han privado de algo».

– Prívate tú de algo más.

– «¿Me estáis tomando el pelo?»

– En absoluto, si te privas de algo sin responder de manera adecuada, has perdido.

– «Entonces, según usted, si me quitan algo, ¿para vencer debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?»

– Así lo hice en la cuarentena hace 7 años.

«¿Y qué es lo que os quitasteis?».

-Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses que llevaba esperando llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. En Port April y nos prohibieron bajar. Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros. Luego empecé a reaccionar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica. Sabía que tras de 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás. Reflexione sobre aquellos que tienen muchas privaciones cada día de su mísera vida y decidí vencer. Empecé con el alimento.

Me impuse comer la mitad de cuanto comía habitualmente, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles, para que no se recargara mi cuerpo. Pasé a nutrirme de alimentos que por tradición, habían mantenido al hombre en salud.

El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles. Me impuse leer al menos una página cada día de un tema que no conocía. Me impuse hacer ejercicios sobre el puente del barco. Un viejo Hindú me había dicho años antes, que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza. La tarde era la hora de la oración, la hora de dar las gracias a la vida por no haberme dado como destino privaciones serias durante toda mi vida.

El Hindú me había aconsejado también adquirir la costumbre de imaginar la luz entrar dentro de mí y hacerme más fuerte. Podía funcionar también para la gente querida que estaba lejos y así esta práctica la integre en mi rutina diaria sobre el barco.

En vez de pensar en lo que no podía hacer, pensaba en lo que habría hecho una vez bajado en tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera. Todo lo que podemos obtener enseguida, nunca es interesante. La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron, de imprecaciones y tacos. Me había privado de jugar cartas, de dormir mucho, de ociar, de pensar solo en lo que me habían quitado.

-«¿Cómo acabó Capitán?»

Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar mucho más tiempo del previsto.

«¿Os privaron de la primavera, entonces?»

-Sí, aquel año me privaron de la primavera, y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente. Me había llevado la primavera dentro de mí y nadie nunca más habría podido quitármela»

Extractado de Whatsapp.