20 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El negacionismo criollo

Por Claudia Posada 

Según la Real Academia de la Lengua Española, negacionismo es la “Actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto”; así que, no es un término nuevo; pero para no irnos muy atrás, pues existe hace siglos, podemos ir al año 1997 cuando el historiador Henry Rousso habló del negacionismo para reemplazar el término  revisionismo -tendencia a someter a revisión metódica doctrinas, interpretaciones o prácticas establecidas con el propósito de actualizarlas y a veces negarlas-, ya que ciertos ideólogos próximos a la extrema derecha, cuestionaban o minimizaban el exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. ¡Increíble!. Ahora se suman al ejemplo inicial, aquellos que niegan la existencia del virus Covid 19, la presencia del VIH, o el cambio climático.  

Pues resulta que en Colombia está en su máxima expresión el “negacionismo criollo” regado por todo el país si nos remitimos a una de las precisas definiciones del término. Entre ellas, ésta es clarísima así retomemos solamente un párrafo de un editorial tituladoDerechización y Negacionismo Histórico, consecuentemente dedicado todo a este tema publicado en la Revista CEPA del 20 de junio de 2018, que dice en uno de sus párrafos: “El negacionismo histórico niega lo que es evidente y obvio, lo difícil de ocultar y esconder, lo que no requiere mayor explicación, pues casi habla por sí mismo, algo así como negar que el agua moja o el fuego quema”. 

Mirando a nuestro alrededor, nos encontramos montones de negacionistas. En los últimos días sí que fueron evidentes al negar que se archivó la Reforma a la Salud por intereses particulares. Niegan que las EPS tienen sus “guardados”, niegan que las IPS (las prestadoras de los servicios que recibimos en consultorios, clínicas, hospitales…) estén en crisis financieras porque las EPS no les pagan debida y oportunamente como es su obligación; niegan la necesidad de una reforma al sistema de salud porque ni siquiera quieren oír a personas tan conocedoras del área como la exministra Carolina Corcho, suficientemente familiarizada con el tema, y con argumentos sólidos sustentados en hechos y cifras ciertos; el negacionista mejor se refugia en explicaciones mentirosas de quienes convenientemente manipulan la verdad.  

Lo más desconcertante es que negacionistas los hay en todas las capas sociales y niveles culturales. Una clarísima muestra de cómo niegan en nuestro medio lo que ha sido demostrado inclusive con declaraciones de víctimas y victimarios que han pedido perdón llorando de arrepentimiento, son los “falsos positivos”; todavía lo niegan y aseguran que todo es montajes. Aquí tenemos negacionistas que se tragan la manipulación derechista cuando afirma que el trabajo noble del sacerdote Francisco De Roux es con fines complacientes con la guerrilla; además, observamos en algunos púlpitos católicos y tarimas cristianas, que se ponen por encima de la religiosidad o espiritualidad que les es debida, arengas de derecha para generar negacionismo con respecto a lo que es evidente como gestión gubernamental argumentada, testimoniada y cuantificada.  

Helena Urán Bidegain, jefe de la Unidad para la No Repetición del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el marco del trabajo de la Unidad de la cartera en mención, para Medidas de No Repetición, hizo valiosas precisiones sobre el panelSuperación del negacionismo para la democracia: Alemania, Chile y Colombia; definiéndolo como “una conversación en la que panelistas originarios de estos tres países intercambiaron reflexiones sobre las afectaciones que tuvieron tres ataques a instituciones democráticas al buen funcionamiento del Estado de Derecho. La conversación giró en torno a los impactos que tuvo la quema del Parlamento Alemán (1933), el Bombardeo al Palacio de la Moneda en Chile (1973) y el Ataque al Palacio de Justicia en Colombia (1985), a la democracia en estos países, y cómo, los gobiernos y la sociedad civil, impulsaron acciones para el fortalecimiento de las garantías de no repetición de estos hechos. “Con el panel buscamos abrir la conversación hacia la superación del negacionismo para la profundización de la democracia. Este diálogo permite ahondar en cómo estos ataques al poder legislativo, judicial y ejecutivo –respectivamente-, afectan de manera directa a la democracia. Además, es un espacio para conversar sobre las formas de construcción de memoria histórica, un proceso fundamental en la búsqueda de no repetición””; lo anterior significa cómo, el negacionismo, va mucho más allá de esas exasperantes conversaciones que se tienen frente a negacionistas con los que no se puede discutir ningún tema de actualidad o interés público porque son cerrados y enclavados en su postura inmodificable que niega lo innegable. 

Y ni hablar de la actitud retadora que asumen no pocos periodistas en Colombia, cuando alguno de sus invitados trata de esclarecer intríngulis que se prestan para negar verdades. En el alto número de ciudadanos negacionistas, tiene mucho que ver la falta del equilibrio informativo y la insistencia en preguntas que ya llevan la respuesta incluida totalmente tendenciosa. Es una lástima que el periodismo haya perdido sus principios y no aporte la información que necesitan las audiencias para formarse sus propios criterios. Un periodismo comprometido con elites dominantes, desconocedor de los valores éticos y de la responsabilidad social de la profesión, crea un negacionismo perturbador, sumamente perjudicial a toda sociedad, muy conveniente para la manipulación de la extrema derecha; así como para una clase política de prácticas nauseabundas.