2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El final del comienzo es el comienzo del final

Por Darío Ruiz Gómez 

¿Por qué las gentes no se han entregado a la desesperación si la canasta familiar se ha reducido a dos o tres productos y los precios del transporte público son elevados y no digamos las extravagantes cuentas de los servicios de agua, del inmoderado aumento mensual del precio de la gasolina? ¿Todo se ha vuelto imposible para la inmensa mayoría de la población asolada por la criminalidad, carreteras cortadas?

Mientras la lucha contra la inflación es lo fundamental en todos los países, para el Minhacienda pareciera que este grave problema que está afectando de manera directa la economía de pequeñas y grandes empresas se “resuelve” por decreto presidencial con el eufemismo de que “los precios están bajando”.

Su rostro de estupefacción disimulada está lejos de reconocer que su concepción de la economía fracasó desde el primer momento. Que precisamente dos compañías aéreas de bajo costo se declararan a la vez  en quiebra y con una impúdica actitud de irrespeto a los usuarios hayan abandonado a estos en lejanos aeropuertos dejando al azar su regreso, da cuenta de un preparado plan de desestimulo a la nueva clase media y al concepto democrático del derecho a desplazarse a cualquier lugar. 

Pero por otra parte demuestra que la justicia se hace la boba ante un delito cualificado plenamente. El eufemismo como recurso político indica siempre la presencia en aumento de una dictadura al tergiversar los datos económicos, al disfrazar la realidad social, al dar por hecho lo que no está hecho.

Al desempleado(a) se le califica hoy en España como: “Fijo discontinuo” mientras se reclama que el Empresario “ayude a bajar la inflación”.

Utilizar la política como la “continuación de la guerra por otros medios” -o sea no sólo a través de la lucha armada- degradando y desacreditando la concepción de la Política tal como lo estamos viendo al auspiciar  el salto a escena de protagonistas de comprobada insuficiencia mental, de desconocedores de las problemáticas reales de la nación y de las ciudades,  incorporando en Concejos, Asambleas, o en el Senado y el Congreso a una multitud de jóvenes superfluos, de miserables oportunistas electoreros disfrazados de alguna etnia, de desechos de la izquierda, de los remanentes del viejo Partido Comunista con el fin de obtener “mayorías absolutas” frente a una oposición  carente de responsabilidades ética y que bochornosamente comenzó por adaptarse al Partido de Gobierno. “Lo social sin inteligencia, nos recordó Jean Baudrillard, es el socialismo”. Y este es, vuelvo a recordar, el populismo que ya tenemos en marcha, la instauración del mediocre como revancha contra la vigilancia fiscalizadora de la inteligencia, la estupidez contra el magisterio de la sabiduría, la guachafita y la ordinariez, la vida pública convertida en desfiles de comparsas oficiales con consignas oficiales, la desinformación descarada. 

Mientras el silencio de las minorías progresistas que   durante años se jactaron de ser oposición, es grotesco hoy la resistencia se hace y crece desde las bases de aquel protagonista que precisamente el izquierdismo de cafetería tantas veces invocó para finalmente abandonar, el pueblo.

La clase política desacreditada no constituye entonces ni el comienzo ni el final de la misión de recuperar al país al cual se intenta someter bajo otras formas de violencia. Permítanme que una vez más recurra a una frase luminosa de Walter Benjamín: “Gracias a quienes carecen de esperanza nos es concedida la esperanza”.