18 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El día de los chacales 

Descripción: escritor

Por Darío Ruiz G. 

En 1973 se estrenó la película de Fred Zinneman “El día del chacal” donde se relata con el magnífico y ya clásico lenguaje de este director el transcurso de un atentado contra el General de Gaulle entonces Presidente de Francia. 

El personaje del terrorista, su psicología, sus escrupulosas estrategias, eliminando obstáculos, borrando huellas es un riguroso análisis de lo que supone un atentado político cuyo objetivo era destruir la República civilista. 

“El Chacal” ya había sido detectado por la inteligencia francesa y detener el atentado es su tarea buscando posibles errores del terrorista, una equivocación ingenua, pero partiendo de algo que nuestra justicia desconoce: no se busca a un asesino sino a un enemigo del Estado que trata de desestabilizar el gobierno de una nación, de destruir una democracia.

El suspense con que el terrorista va avanzando en su planificada tarea nos conduce a una necesaria inquietud ante lo que realmente significa el asesinato de una figura emblemática como de Gaulle, a su fundamental papel en la resistencia contra los invasores nazis y los colaboracionistas franceses y su posición de enérgica defensa de las libertades democráticas ante el intento de la Unión Soviética de anexarse a Europa.

No voy a recordar lo que el terrorismo supone como el desafuero de un desequilibrado que antepone el fin a las causas ya que el terrorismo actúa hoy desde el vacío de un nihilismo que ha convertido el atentado en un espectáculo necesario a su inconfesada vanidad.

Es el amor por la destrucción cuando ya desaparecidos los proyectos políticos se están enfrentando a un presente vacío que los conduce a decidirse por la aniquilación de lo existente. 

Pero como recordemos otra vez a Baudrillard un atentado terrorista no es un acto que expande su supuesto mensaje revolucionario sino una implosión en el sentido que estalla y sus consecuencias  van hacia adentro de los perpetradores, es la desaparición, volvamos a recordar, de la palabra y la negación de cualquier posible intercambio de argumentos entre contrarios. Quien no tiene paz consigo mismo no aspira a una paz social. 

En el film de Oliver Assayas “Carlos”, la figura de El Chacal en su versión del terrorismo de los años 70-80 es descrito como un militante que de defender supuestamente la causa de la liberación de Palestina termina creando plataformas dedicadas a los atentados internacionales, los secuestros pero  con fines estrictamente de lucro económico, haciendo de sus acciones violentas un espectáculo, una mercancía –Ránciere dixit- pues la acción le permite al terrorista olvidarse de sí mismo, es decir dejar de  escuchar su conciencia.

La trama de la amenaza puede ser descubierta por los cuerpos de inteligencia de un Gobierno y fácilmente ser desmentida de inmediato por sus autores ya que el objetivo de los terroristas se ha cumplido con la instalación en la mente de las gentes de una permanente zozobra: ¿Se dará el atentado y dónde? Recordemos el terrorismo que nos tocó sufrir con Pablo Escobar: ¿Dónde está la bomba y a qué horas estallará? ¿Cuál será la próxima amenaza y el próximo “Chacal”? Cualquier investigación por parte de un Organismo nacional o Internacional para verificar si la amenaza de un atentado contra la vida de un alto funcionario de un Gobierno es cierta, se hace inútil, por lo tanto.

Instalar en los imaginarios colectivos estas amenazas es ya cumplir con el objetivo primordial de los terroristas pues nuestra vida cotidiana se ha desencajado.