2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

“El costo de la desigualdad”: De obligada lectura

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

De reciente publicación El costo de la desigualdad, su autor, Diego Sánchez Ancochea, presenta en el primer capítulo, cuáles serán los argumentos que encontraremos a través de su libro, el porqué de los costos económicos, sociales y políticos de la desigualdad; particularmente, y de manera notoriamente investigada, queda expuesto para su lectura, según sus experiencias y análisis,  cómo “más de un siglo de desigualdad en América Latina ha contribuido a un comportamiento económico deficiente, instituciones políticas débiles y problemas sociales. A su vez, un crecimiento lento, políticas de exclusión, violencia y desconfianza social han reforzado la concentración del ingreso, generando así cirulos viciosos”. 

Si en la vida pública, entre los legisladores, y en general, en el ejercicio de la política encontráramos más elegidos (o en busca de ser electos) ocupando algo de su tiempo en ampliar su visión de país, no solamente recorriéndolo para conseguir votos sino adentrándose a las realidades que desconocen en su privilegiada esfera de poder y decisión, Colombia podría ser menos desigual. Pareciera que para ciertos sectores de la sociedad, no se escribiera la verdadera historia, esa desconocida en el día a día y cruelmente ignorada, y para rematar, tergiversada en distintos medios de comunicación por razones suficientemente conocidas.  “La experiencia latinoamericana demuestra lo difícil que resulta luchar contra la desigualdad”, señala en alguna parte de su libro Diego Sánchez Ancochea.

En ese propósito de cambio, caminan las reformas que se han ido exponiendo ante diferentes sectores de la sociedad colombiana, debatidas en escenarios de amplios círculos, así como en grupos cerrados, lo mismo que revisadas por representantes de intereses diversos. Desde luego los contenidos no podrán ser de plena satisfacción para todos, eso no es posible. Obviamente hay necesidad de cambios sugeridos buenamente en el proceso de análisis y socialización, pero de esto, a que se quiera hacer de las reformas el salvoconducto para las mañas convenientes a ciertas castas, el trecho es grande. En su esencia, lo que se ve de fondo en las reformas, es que en todas ellas se está buscando una sociedad más igualitaria.

Dolcey Oscar Torres Romero, Representante a la Cámara por el Partido Liberal, sorprendió a su propia colectividad y dirigencia con su carta de renuncia en dicha militancia; él argumenta su decisión desde la coherencia en concordancia con sus principios. “…yo voté por el gobierno del cambio, y como más de 11 millones de colombianos lo hice creyendo que ese voto se transformaría en unas reformas encaminadas a solucionar los problemas que por años la dirigencia política de Colombia ha ignorado o no ha querido solucionar (…) la reforma a la salud impulsada por el gobierno no es del presidente Petro, ni de la ministra Corcho, es la reforma que necesitan todos los colombianos para acceder de manera efectiva a una salud de calidad…”  Importante destacar con respecto específicamente a esta reforma, cómo se plantea en ella el acercamiento a territorios y habitantes excluidos de los servicios prioritarios, básicos y de prevención, por su condición de pobladores que sobreviven en la Colombia profunda. 

Hace pocos días hubo escandalo mediático y en redes sociales, por una frase de la Ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, al aclarar que la Reforma Laboral no pretendía generar empleo. Nada más cierto. Se trata de mejorar las relaciones y condiciones laborales, la situación de obreros y empleados con respecto a las pretensiones de los empleadores, lo cual exige, justamente, conciliar intereses legítimos de unos y otros. Generar empleo no es necesariamente un objetivo estructural y puede ser o no, coyuntural; ni pertenece exclusivamente a un mandato en particular; es el deber permanente de una sociedad que crece y necesita mirarse desde todos sus ámbitos públicos y privados; en ello juegan la creatividad, las iniciativas, la pertinencia, la sensibilidad social, la voluntad política y la buena voluntad. En el articulado de las reformas en curso, es evidente la intención -muy difícil, por cierto- de equilibrar fuerzas contrarias según intereses políticos, económicos y sociales. 

Si al pueblo colombiano le quedaba alguna duda con respecto a las artimañas que se mueven en el Congreso, en la dirigencia partidista y en sectores privados que inciden a la hora de tomar decisiones, o en el caso de presentar posiciones ante la opinión pública, es el momento de asumir con mayor compromiso ciudadano, la responsabilidad individual del voto, porque impacta al colectivo País para bien o para mal.

Estamos en campañas políticas para decidir las nuevas composiciones de concejos y asambleas; también se van a elegir alcaldes y gobernadores que a partir del 1 de enero del 2024 regirán los destinos de municipios y departamentos. Ser indiferentes frente a los procesos democráticos que deben ser limpios, es permitir que accedan a tales cargos aquellos cuyo discurso no está respaldado en gestión o en trabajo ajustados al deber ser del ejercicio de la política: La prioridad del bien común en busca del bienestar social, ampliando los derechos de los excluidos.