Por Darío Ruiz Gómez
El luminoso ensayo de Mario Vargas Llosa, “El llamado de la tribu” es la defensa del pensamiento liberal y del individuo pensante desde Adam Smith, Ortega y Gaset,Hayek, Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlín y Jean Francois Revel frente a los totalitarismos nazi, leninista, maoísta, castrista, madurista y la historia de los obstáculos, de las ofensas que las tribus al servicio de estos totalitarismos le han y le seguirán infringiendo a los defensores de la libertad, del individuo en la defensa de la Democracia.
Recordemos que el actual gobierno sacó a Colombia de la Otan y la inscribió en el bloque de Irán, Siria, Venezuela, Nicaragua, de Hezbolá y Hamás o sea del terrorismo como metodología del exterminio de sus enemigos.
Les aclaro que decir hordas como decir tribus como decir masas no se refiere exclusivamente a la visión de esas multitudes que a su paso intentan arrasar todo lo que ven sino también a las llamadas clases ilustradas que por incapacidad de pensar por sí mismos terminan como recuerda Popper en “La sociedad abierta y sus contradicciones” justificando la barbarie amparados por una retórica infame que manipula la mentira volviéndola verdad, cegando moralmente a la ciudadanía para que no vea la realidad de los hechos como ahora en Colombia donde el discurso oficial y los “intelectuales” a su servicio tratan de que no veamos la ofensa al ser humano de los desplazamientos de campesinos, el confinamiento de poblaciones en el Chocó y el resto del país y callen ante el inconcebible crimen que supone el secuestro.
¿No lo hacen ahora justificando igualmente el tenebroso totalitarismo de Maduro, poniendo de ejemplo a los abyectos intelectuales maduristas e implícitamente condenando a científicos, escritores, pensadores libres que el tirano ha enviado al exilio?
Frente al terrorismo de Hamás y de Hezbolá y su cruel matanza de civiles israelíes, y su incesante terrorismo, el secuestro y asesinato de niños, nuestra izquierda boba ha reaccionado histéricamente pidiendo lo que precisamente busca el terrorismo de Hamás, hacer desaparecer a los judíos de la tierra.
“Se ignora al agresor y se culpa al agredido”. Y se olvida que Israel es una democracia desde la cual puedo criticar abiertamente a Netanyahu mientras bajo esas teocracias fundamentalistas cualquier crítica es sancionada con la muerte.
El ilustre politólogo Manuel Arias Maldonado señala con certeza el origen de esta exacerbada retórica. “Significados vacíos que se llenan con cualquier contenido: a un individuo que piensa le responde una tribu enfurecida” y lo detalla con más lucidez: “Porque el militante no es un demócrata pluralista, sino el miembro de una tribu política que cierra filas con los suyos hagan lo que hagan y pase lo que pase”.
¿Qué les puede enseñar a nuestros escritores(as) el remedo de literatura del madurismo sino a ponerse de rodillas ante los Comisarios de Cultura que les advierten que si no siguen fielmente las normas del totalitarismo deben también pensar en el exilio?
La literatura como la cultura es el logro de la libertad personal, las escrituras disidentes y no el regreso a lo más primitivo que es la negación del pensamiento. En el periódico español “El País” tan abierto a estas retóricas leo un artículo de cuyo autor prefiero olvidarme y cuyo título reza: “Crece la violencia simbólica contra Petro” y resulta que cuando uno espera que se refiera a quemas de muñecos en aquelarres de la derecha lo que para el autor la violencia que denuncia y ante la cual está asustado no es otra que el derecho de la ciudadanía a manifestar públicamente en los estadios, en las plazas públicas su repudio a un gobierno con cuyos resultados y manipulaciones ideológicas no está de acuerdo.
¿Violencia simbólica la libertad de expresión?
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