14 octubre, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Desarrollo humano para superar tiempos inciertos, vidas inestables e incertidumbre globalizadas 

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.                                            https://paideianueva.blogspot.com/
Evidente a todos, es el hecho de que la alimentación es un derecho no sólo fundamental, sino vital, porque del mismo depende el derivado derecho a una calidad de vida digna con las necesarias posibilidades de desarrollo social, emocional, físico e intelectual. De ese derecho depende el progreso en los más diversos campos, tanto de las personas como de los individuos y sus comunidades. Alcanzar una sana alimentación y la satisfacción plena de las necesidades humanas, de ser y vivir feliz y con dignidad, ha sido una muy vieja aspiración, con frecuencia fallida. En el fondo, a eso se refiere el concepto de «desarrollo humano», el cual responde a la pregunta de si están presentes y sostenible condiciones y políticas públicas que hagan posible ese desarrollo. 

En la consecución de ese vital y crucial objetivo, se han logrado avances en el mundo, pero de manera desigual. Visibles han sido los esfuerzos de organizaciones internacionales de los más diversos tipos, así como de muchos gobiernos. Perceptibles han sido los acuerdos internacionales, liderados, entre otros, por la ONU, para el mejoramiento de la calidad de vida en todo el mundo, tal como se observa en el acuerdo mundial de los países sobre los 17 «Objetivos de Desarrollo Sostenible» acordados en 2015, con metas a alcanzar en 2030; entre tales Objetivos, asociados todos al desarrollo humano, sobresalen los 1, 2, 3 y 4: «Acabar con la pobreza en todas sus formas», «Hambre cero, nutrición y seguridad alimentaria», «Salud y Bienestar para todos en todas las edades» y «Educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos». 

El organismo de las Naciones Unidas para el Desarrollo  -PNUD ha publicado en septiembre de 2022 el «Informe sobre Desarrollo Humano  2021/2022», con el subtítulo: «Tiempos inciertos, vidas inestables: configurar nuestro futuro en un mundo en transformación». (El lector lo puede encontrar aquí: https://rb.gy/vq9vrz).   

En efecto, no existe un solo país o comunidad en el mundo que no esté viviendo bajo intensa incertidumbre, con calidad de vida inestable, ansiedades y angustias. Estamos en un mundo inestable signado por guerras, terrorismo, pandemias, rampante corrupción, costos impagables de los alimentos, violencia creciente en campos y ciudades, desempleo endémico y frenética informalidad laboral. Es un mundo con sociedades interconectado con crisis. Es la globalización de la incertidumbre y la inestabilidad. 

Crisis agudas están dando paso a incertidumbres crónicas, de múltiples niveles, que interactúan mutuamente a escala mundial, mostrando un panorama de tiempos inciertos y vidas inestables. Miles de millones de personas se enfrentan a la mayor crisis del costo de la vida en una generación. Otros miles de millones han sufrido y sufren la inseguridad alimentaria, debido en gran medida a las desigualdades en términos de riqueza y de poder que determinan el disfrute del derecho a la alimentación. Serán estas las personas más perjudicadas por una crisis o escasez de alimento en el mundo. 

Tal inestabilidad, a la vez, crea, desequilibrio en los gobiernos, abre camino a la pérdida de fe en las instituciones democráticas, señala amplios senderos a regímenes autoritarios, a la anulación de la democracia y a la restricción o anulación de multitud de derechos. Resulta hoy cada vez más difícil gobernar sin abundantes sobresaltos. 

En efecto, el «Índice de Desarrollo Humano» del PNUD resalta que una sensación de inseguridad ha venido en aumento de modo generalizado en el mundo desde hace una década; en el mismo Índice, se observa que el desarrollo humano lleva dos años seguidos disminuyendo, en parte por los muy dañinos efectos a corto y largo plazos del cambio climático, la inseguridad alimentaria y la pandemia del COVID-19; disminución que es un asunto grave, ya que se han anulado importantes avances en el mejoramiento de la calidad de vida de muchos. 

La incertidumbre e inseguridad han agudizado el sufrimiento mental; la salud mental es parte esencial del bienestar personal y comunitario. Sus efectos son gravísimos en el desarrollo físico, mental, social y afectivo de niños y jóvenes. Se considera en el Informe que la violencia, o la simple amenaza de ella, incrementa la incertidumbre y con ella el sufrimiento mental. 

Los trastornos mentales, más allá de los graves efectos en la salud física, afectan la asistencia y permanencia escolar, deterioran o producen reversas o retrasos en el aprendizaje y aumento del desempleo y creciente inestabilidad laboral. Consecuencias negativas que se agravan con el estigma de la enfermedad mental. Casi 1.000 millones de personas, aproximadamente 1 de cada 8, en todo el mundo sufre alguna forma de trastorno mental. 

La incertidumbre genera la posibilidad de cambio, incluso favorable, apoyado en el empleo de diversas tecnologías informáticas. De otra parte, el desarrollo humano basado en la naturaleza puede ser un medio para proteger a las personas de las crisis y mejorar la seguridad alimentaria y la económica, y ampliar el conjunto de opciones disponibles. En cuanto a la educación, ella puede reorientarse para consolidar perspectivas de un futuro laboral y social más estable para niños y jóvenes; para ello, no bastarán modificaciones en los planes de estudio; será preciso mejorar los ambientes escolares para que sean efectivamente espacios de inclusión y de respeto a la diversidad. 

El reconocimiento social a la valía de la educación por parte de las personalidades políticas, de personas con influencia en los medios sociales y de los líderes comunitarios, es esencial para incrementar el potencial de mejoramiento social y humano de todos. Los medios de comunicación, en sus numerosas formas, desempeñan un papel fundamental en este sentido.  

El desarrollo humano lo expresa el PNUD por medio de un índice compuesto que mide el logro en las siguientes dimensiones: Índice de Desarrollo Humano (IDH), IDH ajustado por la Desigualdad, (IDH-D), Índice de Desarrollo de Género, Índice de Desigualdad de Género e Índice de Pobreza Multidimensional.(https://rb.gy/vq9vrz).  En el Informe de septiembre de 2022, de 191 países, 66 son clasificados como de «Desarrollo Humano Muy Alto» (los primeros: Suiza, Noruega e Islandia; y otros como: Chile, Argentina, Costa Rica, Uruguay y Panamá). De «Desarrollo Alto», 49 países (los primeros: Albania, Bulgaria y Granada; y otros como: China, República Dominicana, Perú y Colombia). De «Desarrollo Medio», 44 países (los primeros: Filipina, Botsuana y Bolivia; y otros como: Belice, El Salvador e India). Finalmente, en «Desarrollo Bajo» están 32 países, siendo los más bajos: Sudán del Sur; Chad, Níger, y otros: Tanzania, Haití y Senegal).  

Conviene considerar que el desarrollo no lo dan fríos índices, pero si los muy gélidos gobernantes y la muy tibia sociedad civil. Se alcanza con mentes y corazones cálidos, llenos de humanas emociones, para juntos construir el mundo de dicha y alegría que, sin éxito, se les ha prometido a sucesivas generaciones. Ellos hoy en la desesperanza, en medio de tiempos inciertos y vidas inestables, claman por el milagro de humano y humanizado desarrollo.