No es exagerado decir que durante los últimos días, el país ha tenido una sensación de desgobierno. No solo porque la carretera Panamericana lleva 24 días bloqueada a la fuerza por la minga indígena, con el consecuente desabastecimiento de alimentos y medicinas en Pasto y Popayán, que ya parecen ciudades venezolanas; por las millonarias pérdidas para el comercio, el transporte y la industria; por los desórdenes terroristas incubados desde las universidades por estudiantes y no estudiantes, y por las sospechas fundadas de que aquí hay claros intereses desestabilizadores.
Sobre el desgobierno, podría decir que es más la sensación que la realidad. Bajo la advertencia de que no irá a encontrarse con la minga hasta que cesen las vías de hecho, para dejar establecido desde muy temprano en su gobierno que no lo podrán extorsionar bajo estos métodos, el presidente Duque envió una misión negociadora, encabezada por la ministra del Interior, el alto comisionado para la Paz y la directora de Planeación para que de aquí surja un acuerdo negociado lo más pacíficamente posible. Las dos mujeres de la comisión han tenido que enfrentar el ancestral machismo de estas comunidades indígenas, que no saben, porque no les gusta, negociar con mujeres. Inteligentemente, desde un comienzo, rechazaron instalar la mesa en plena minga. (Lea la columna).
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