1 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 401 del maestro Gardeazábal: La ropa usada 

@eljodario 

Desde muy niño me tocó conocer costalados y canastadas de ropa usada. Mi madre, que fue la fundadora de las Damas de la Caridad de Tuluá en plena violencia, recogía ingentes cantidades de ropa usada para regalar a los desplazados que inundaban los andenes de las calles de Tuluá huyendo de la violencia, amparándose tan solo con los aleros de las viejas construcciones de la arquitectura paisa que tanto protegían del sol y la lluvia.  

Muchas de esas prendas recogidas venían sucias y mi padre, que era un alcahueta de siete suelas con sus labores benéficas, le regaló una lavadora automática marca Bendix, que parecía caballo cerrero brincando sobre si misma cuando aceleraba en sus labores de secado.  

Siempre hubo entonces en mi casa un pretexto para recoger ropa usada y volverla útil a quien la recibiera. Hasta la mía terminaba en manos de los pobres socorridos de misiá Maruja porque como yo era el mayor y le llevaba 5 años largos a mi hermano, no ocurría lo que entonces en todas las casas pueblerinas se usaba de heredar forzosamente la ropa al hermano siguiente. Por eso tal vez cuando conocí hace un tiempo La Paca de la Calle Guerrero en el barrio de Getsemaní en Cartagena, se me removieron las cuerdas del afecto. En ese sitio la ropa de segunda no está ni en bultos ni en canastos ni en montones, como en la gran mayoría de ventorrillos de prendas usadas. Allá, en La Paca de Getsemaní, 8 mil o 10 mil vestidos, blusas, faldas, pantalones, etc., está cuidadosamente colgada de ganchos en toda la amplitud de la casona, bien lavada y planchada y, lo más impresionante a $5.000 cualquier prenda.  

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal. 

La gran mayoría es ropa para mujeres, pero de todo tipo, colores y tallas, haciendo de esa Paca del ahora turístico barrio de los antiguos esclavos, todo un festival de colorido resonante. Me dicen, porque no he vuelto a salir a otros lares, que ya existen almacenes de ropa usada en casi todas las ciudades de Colombia, pero ninguna de las que me han descrito tiene la limpieza, orden y prestancia de las mechas colgadas en la Paca del viejo Támara. El las compra de los conteineres en los mayoristas de Bazurto. Muchas son extranjeras. Otras tantas nacionales y, como el ahorro en el gasto hogareño se ha puesto de moda, valdría la pena que los encuestadores de Raddar se enloquezcan con sus indicadores de consumo, y radiografíen y valoren la nueva y cada vez más grande Colombia que se pone ropa usada yendo a ver la venta de Getsemaní.