4 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 346 del maestro Gardeazabal: Los boboides y la farsa electoral

@eljodario 

Digámonos la verdad. En Colombia nos han vendido siempre la idea de que seguimos siendo una democracia y que por eso realizamos elecciones con observadores internacionales y veedurías para garantizar su trasparencia. Así escogemos desde presidente hasta alcaldes. Pero con el paso de los años esa idea se ha ido desmoronando. Las elecciones no tienen nada de democráticas. Son un negocio. Y aunque les duela oírlo, son una cochinada. Como tal constituyen una posibilidad de sobresueldo para muchos y una puerta abierta a la corrupción en todos los órdenes. Es elemental.  

Si se paga por votar se puede pagar por contar o no los votos, por hackear los computadores o por adjudicar los contratos. Las empresas electorales en donde se paga al que consigue los votos y se paga al que vota no son herramientas de la democracia, son una compraventa de voluntades ciudadanas disfrazada de debate político.  

Para no asustarnos nos dijeron que eso solo se daba en la Costa, pero desde cuando los partidos políticos dejaron de serlo y se convirtieron en cooperativas de contratistas, es la plata de esos contratistas la que moviliza votantes, incluye partidas presupuestales y señala a dedo los contratos que nutren el asqueroso aparataje en donde hemos caído y nadie valora en su gravedad.  

Para ser elegido entonces en las actuales circunstancias en Colombia, en la Costa o en Buenaventura, en Ipiales o en Puerto Carreño, la metodología es igual.  

El contratista patrocina la campaña y subcontrata con los recolectores de votos, los antiguos gamonales, en barrios y veredas. Por recoger las firmas hay un precio.  Por inscribirlos en el registro electoral hay otro. La modernidad del computador permite a los veedores de los contratistas saber cuántas cédulas de sus recogidos votaron y compararlos con los votos contratados.  

Lo peor, empero, es que gozamos echando el cuento y burlándonos de cómo la inflación ha elevado el precio de cada voto, que se paga 50% antes de la elección y 50% cuando se ha comprobado que, en la mesa donde se hizo la inscripción, se obtuvieron los votos garantizados. A nadie parece avergonzar esta democracia colombiana. Es posible empero que haya miles, millones, que no cobramos por votar. Pero todos los que votábamos ya estamos seguros que las mayorías se consiguen con la plata de los contratistas del estado, con la que se sorben el presupuesto de la nación, los departamentos y los municipios. Que es con esa plata cobrada indelicadamente con la que compran el triunfo, se ralentizan listas de la Registraduría y se pagan los gastos del dizque democrático debate electoral.  

Así y todo, el 13 de marzo los que viven del negocio inundarán las urnas. Pero irán acompañados de los boboides, aquellos que siguen creyendo en el futuro de un país parapeteado en la corrupción y les falta verraquera para decir NO VOTO.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.