17 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Controlar la analítica de información usada hoy para violar la intimidad y otros derechos humanos

Enrique Batista

Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

Hemos dejado de ser, como se ha reconocido tantas veces, suscriptores voluntarios o clientes, para convertirnos, con nuestro actuar pasivo y de sobreentusiasmo con los muy importantes y novedosos avances informáticos, en un producto valioso en el mercado digital. Hemos aceptado la violación al derecho fundamental de la dignidad humana, de la intimidad y de otros derechos asociados a éste. Los empresarios del capital basado en el empleo de modos de producción digital han ahondado las estructuras del capitalismo (entre otros «El Capitalismo de la Vigilancia», que abordaré en otro artículo), sustentados en  la comercialización del comportamiento humano, por encima de los derechos fundamentales consagrados  en muchas declaraciones universales, con los cuales se pretenden garantizar a todos: 1. Vivir en libertad. 2. Ser ciudadanos activos en sociedades democráticas. 3. Buscar permanentemente la felicidad. 4. Cuidar la naturaleza con toda su biomasa y ecosistemas. 5. Construir sociedades pacíficas. 6. Reconocer la valía de las diferentes culturas apreciadas con criterio humano igualitario. 7. Tener una vida digna y saludable. 8. Acceder sin restricciones a una educación de alta calidad para todos. 9.  Disfrutar de los bienes materiales y espirituales de la cultura universal. 10. Tener trabajos dignos y estables con seguridad social garantizada.

Son bienvenidos todos los desarrollos digitales que, sin violar el derecho a la intimidad humana, favorezcan el progreso colectivo. Sin bien, hasta la Cuarta Revolución Industrial mirábamos con reconocido entusiasmo los muy diferentes avances tecnológicos, de indudable significación para nuestras vidas,  descuidamos en el proceso la violación que algunos hacen de nuestros derechos fundamentales, abrimos caminos para que los robots, en especial los digitales, marcaran la ruta para que llegáramos, a la vuelta de dos o tres décadas, a la singularidad tecnológica, ese momento previsto cuando hombres y máquinas seamos indiferenciables.

En la ya iniciada Quinta Revolución Industrial, uno de los énfasis que ésta pondrá será en la conciencia plena de la valía y limitaciones de esos desarrollos y en la protección de los derechos y valores humanos mencionados. Nosotros, los humanos en control de las máquinas y no en las de los pocos que elaboran con sus criterios comerciales y visión sesgada lo que significa la dignidad humana, la intimidad y el progreso de las sociedades y culturas. Les marcaremos el rumbo sobre lo que es aceptable y lo que no lo es; dejaremos de ser esclavos digitales de algunos pocos gigantes tecnológicos.

Las naciones reconocen como derecho fundamental la intimidad personal y familiar y también el fuero íntimo que como derechos están asociados a muchos otros como: el libre desarrollo pleno y sano de la personalidad, el libre albedrío, la igualdad y la no discriminación, la libertad de expresión y de reunión. Asaltar esa intimidad no está permitido y se convierte en un atropello a la dignidad de las personas.

En este mundo informatizado se violan de manera frecuente tales derechos y se arrolla a las personas en general, y de manera grave a niños, jóvenes y a los que presentan alguna forma de discapacidad o de habilidades diferentes. Esto ocurre mediante la recopilación y el análisis de datos personales obtenidos mediante el acceso a distintas plataformas en el mundo digital, en donde se fijan condiciones leoninas y marcos jurídicos para poder hacer uso de ellas. Tal como ocurre con inusitada frecuencia, tales condiciones no son leídas por quienes desean acceder a los servicios que ofrecen distintas plataformas. Aunque todos podamos reconocer que efectivamente son necesarias en el actual mundo informatizado, no sigue que la satisfacción de la necesidad justifique la violación a varios derechos fundamentales, entre ellos el ya mencionado de la intimidad. (https://rb.gy/n6np5).

Las plataformas que hacen uso de datos personales para distintos fines, no abiertamente autorizados por los cibernavegantes o suscriptores, incluyen, además, a las que manejan los grandes gigantes tecnológicos y también los gobiernos y distintas empresas, incluidos los medios de comunicación, ahora digitalizados.

La violación a los derechos mencionados se observa, así mismo, en la recopilación de datos personales, sin consentimiento explícitamente autorizado, mediante cámaras que captan distintas acciones y comportamientos nuestros, información que es registrada, acumulada, analizada y categorizada por los gobiernos, por distintas formas de empresas y por organizaciones con presencia en la Web. Muchos dispositivos, en especial los denominados «Para Portar» como relojes digitales, registran datos de la salud de las personas, los que son ingresados a desconocidas bases de datos de las cuales las personas no están enteradas. Similar condición vivimos cuando realizamos las cada vez más frecuentes transacciones comerciales o de otra índole en línea, las veces que recurrimos a utilizar una red WIFI pública, y también por el abominable e inevitable rastro que dejamos cuando usamos nuestros celulares y otros dispositivos digitales. (https://rb.gy/2hl8r).

Ante la inconsciencia de lo que nos está ocurriendo y de la información que a cada momento entregamos a medida que recibimos algún beneficio por acceder a recursos informatizados o por utilizar una herramienta digital de importancia personal o laboral, facilitamos a empresarios las acciones para engullir nuestra información personal. Así, llegamos al escenario en el que mediante el uso que ofrecen con un supuesto (pero muy costoso beneficio) acceso gratuito, nos hayamos convertido, como se indicó arriba, en un producto de alta valía en la generación de ganancias para sus dueños en lugar de que seamos un cliente o un simple suscriptor.

Hoy ya saben los interesados que compran nuestros datos personales por quién votaremos en las próximas elecciones y a cuáles votantes indecisos apuntar para llevarlos, sin que sean conscientes y experimentando satisfacción, a una determinada opción ideológica o política. Así, de cada uno de nosotros tienen ya perfiles bien detallados de quiénes somos, quiénes son nuestros familiares, nuestros amigos, lugar donde trabajamos, hora de entrada y salida del hogar o del trabajo, preferencias recreativas, fan de cuáles equipos deportivos, artistas o «influencers», objetos o productos que compramos, hábitos de navegación, orientación sexual, hijos y cónyuge (y otros u otras), historia laboral, médica y judicial, comportamiento de tránsito vehicular, lecturas que preferimos, libros que hemos comprado, páginas que visitamos, pagos con tarjetas o en efectivo, y mucha más información que al ser captada por los empresarios de nuestros datos personales la convierten en un negocio de extenso y de amplísimo rendimiento. Un caso particular es el de las redes sociales, donde abunda la violación a los derechos a la intimidad y al buen nombre, (https://rb.gy/q89a1).

Conviene formar a los ciudadanos en la protección de sus derechos que, como ha resaltado Michelle Bachelet, la directora de los Derechos Humanos de la ONU, que los profesionales de muy distintos campos, incluidos los informáticos y de la ingeniería,  los gobernantes y legisladores deben trabajar de consumo «para la continua aplicación de los derechos humanos sobre la forma en que los Estados operan en la era digital y regulan las actividades de las empresas en el espacio digital». (https://rb.gy/2hl8r).

Como casi todos exponen su vida privada mientras se emplean las diversas herramientas digitales, queda explícita la necesidad de formación de todos: niños, jóvenes y la ciudadanía en general, sobre el derecho a la intimidad, a la libertad de expresión y a evitar circular información personal en ellas, a menos que se ha haya dado consentimiento explícito personal y claro para ello. A los padres de familias y a los maestros les compete formar en la preservación de los derechos de los menores y evitar que circulen de manera desprevenida su información personal, la de la familia y la de la escuela.