1 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Los graves males de nuestros días

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez (foto)

Realmente alarmante la proliferación de adicciones y problemas siquiátricos que se observan entre la juventud. He vivido y escuchado múltiples y dolorosas historias de educadores, padres de familia y jóvenes que me hacen pensar que estamos frente a una pandemia de incalculables proporciones, que además parece que ni la escuela, ni el hogar, ni la sociedad, ni el Estado tenemos la preparación para enfrentarla con éxito.

Muchachos que atentan fácilmente contra su vida, otros que libran una lucha interna para impedir llegar a esos extremos, son fenómenos de común ocurrencia. Adolescentes perdidos en la drogadicción, incapaces de abandonar el infierno que soportan. Depresiones eternas que sumen a la juventud en la soledad, la tristeza y la desesperanza. Adicciones al alcohol como forma de huir de las realidades que se padecen. Dificultades para pensar, para concentrarse, para estudiar, para tomar decisiones, que alejan a las personas de colegios y escuelas. Sentimientos de culpa, ansiedad, autorreproches, cansancio, alteración del sueño y demás complejidades que atormentan a la muchachada de hoy. Es realmente un panorama desolador y complejo.

Hogares destrozados por estas crueles vivencias, amistades rotas, sueños truncados, empresas frenadas, hijos botados a las calles. Son consecuencias de común ocurrencia ante el padecimiento colectivo de nuestra sociedad.

Muchos hogares enfrentan la realidad con tino y preparación. Acuden al científico que puede guiar, ayudar y medicar. En otros hogares no existe el menor asomo de sabiduría y experiencia para lidiar el vendaval que se les vino. Un amigo me decía recientemente que en su hogar enfrentaba un caso de una depresión severa y que él se cuestionaba pues todo se debía “a que le había faltado rejo a esa muchacha”. Me agobió más esta apreciación que el drama de la niña. Poco le valió a mi interlocutor que le insistiera que estábamos frente a una enfermedad que era preciso tratarla con amor y ayuda médica y/o profesional.

Nuestras escuelas y colegios no tienen la experticia sicológica o médica para enfrentar el tema. La mayoría de universidades tienen departamentos de bienestar con equipos profesionales idóneos, que ya van siendo insuficientes para enfrentar con éxito el mal. El Estado carece de verdaderos programas de medicina preventiva que ayuden a hogares y escuelas.

Esta semana se me acercó en la calle un exalumno a saludarme y lo vi en un deprimente estado de abandono. Mi saludo fue torpe por la situación que presentaba: “¿Por qué estás así?” Me respondió: “Profesor, estoy en situación de calle, entregado al consumo de estupefacientes. Mi madre murió y mi padre me exigió recluirme para ayudarme, como no acepté, duermo en la calle y me alimento de lo que me dan las personas caritativas”. Me descorazonó ver un muchacho de unos veintidós años en semejante drama humano.

Algo debemos hacer en los hogares, la escuela y el Estado. El tema es complejo y grave, pero es preciso enfrentarlo.

NOTÍCULA. Cuando cumplí diez y seis años me eligieron secretario del Directorio Liberal de mi pueblo, Frontino. Hasta el año 2006 fui muy activo políticamente y allí decidí salir lentamente de esa actividad para permitir los relevos generacionales. Hasta hace pocos meses mi actividad política estaba muy circunscrita a mí pueblo. Hoy he decidido ponerle fin a toda actividad de ese género. Obvio, seguiré cumpliendo con mis deberes ciudadanos y opinando y ojalá no mucho de política.