2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: El bodmerazo o el ardilazo

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

Difícil encontrarle otro nombre a la bochornosa derrota que le infringió al Atlético Nacional el pasado domingo su tradicional rival de patio, el Independiente Medellín. Me dirán algunos, con algo de razón, que Jhon Jairo Bodmer, el entrenador del Nacional, es otra víctima de lo que podríamos llamar el coletazo del desentendimiento de la familia Ardila con el equipo de sus amores. No podemos olvidar que el mayor palmarés de Bodmer es haber sido entrenador del Expreso Rojo, después denominado Tigres de Soacha, de donde dio el salto a Jaguares de Montería, luego al Valledupar y finalmente al Atlético Nacional. Fue pues un técnico improvisado para un equipo de tan reconocidos éxitos nacionales e internacionales.

Nadie, ni el más optimista, esperaba un cuarto triunfo en línea del Poderoso frente a los Verdes el pasado domingo. Esa misma mañana le había dicho a mi familia que no esperáramos esa proeza y que a lo sumo lograríamos un empate. Oh sorpresa cuando desde los primeros minutos los rojos arroyaron a su rival sin piedad y con contundencia. De no ser por la fiereza de las tribunas y seguramente la conmiseración de autoridades deportivas y policivas, que obligaron a cercenarle al partido veinte minutos, la goleada hubiese sido de connotaciones más históricas y vergonzosas. Los jugadores verdes eran desconocidos, parecían viviendo en un mundo extraño, como zombis, percibían otra realidad. No era el Atlético Nacional que siempre hemos distinguido.

Todo esto es bueno para que pongamos los pies sobre la tierra. Los reyes de copas, los reyes de corazones y todos los reyes que en el mundo existan y hayan existido, deben aceptar que mientras esas dignidades tengan componentes humanas, son majestades, todas, pero todas, con pies de barro. ¿Cómo no reconocer, que siendo yo un furibundo hincha del DIM sentí ese día angustia de ver un grande tirado en el fango, humillado por su rival de patio, repudiado por su hinchada e impotente a pesar de la gran historia que carga a sus espaldas?

Ni el triunfo del Medellín fue para toda la vida, ni la derrota del Nacional lo tiró definitivamente al ostracismo. El fútbol, como todo deporte, brinda la oportunidad de ganar y de perder. Ni Nacional es “inderrotable”, ni Medellín es el “perderoso”. Son lecciones que nos van quedando.

Quiero terminar con una anécdota: Cada semestre académico, en mi primer día de clase, invariablemente le digo a mis alumnos: “Jóvenes: en materia deportiva les quiero dejar claro que tengo siempre dos grandes satisfacciones: la primera y la más importante cuando pierde Nacional, la segunda y menos importante, cuando gana el Medellín”. Todos terminan la clase manifestándome que soy muy sectario y que desconocen esa faceta mía. Días después, con la primera derrota del Medellín en el torneo de fútbol, al llegar a la clase, mis alumnos me esperan ansiosos para hacerme bullying, obviamente con razón por lo que les dije el primer día de clase. Los dejo que expresen sus pasiones y cuando terminan simplemente les digo: “Ustedes están muy equivocados. Yo no soy hincha del Medellín, yo soy hincha del equipo que ayer le ganó a ese rojo. Yo soy ganador”. Siempre procedo así y lo hago con fines educativos.

Saben amables lectores mi gran satisfacción de este pasado lunes. Llegué a la Universidad y todos, alumnos, empleados y compañeros hinchas del Atlético Nacional, me esperaban aplaudiendo porque habíamos ganado los rojos del DIM. Así debe ser el deporte. Esparcimiento y alegría y no muerte y odio. Mi lección se expande.