4 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Con un tambor y un acordeón los niños marchan al encuentro de la navidad

(Un Cuento Corto de Navidad) 

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

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Era una mañana soleada y fresca de finales de diciembre. Los vientos alisios del nordeste refrescaban las llanuras tropicales y habían alejado la reciente temporada de abrasador calor, depresiones tropicales, huracanes e intensas lluvias. Desde las muy extensas planicies al norte del río Amazonas, en esos hermosos llanos al pie de la majestuosidad y belleza que encierran las montañas andinas, un grupo de niños salió al encuentro de las buenas noticias que confirman la verdad de la santa revelación. Imbuidos también de santas emociones y con el mismo propósito partió hacia los altos de las Sierra Nevada de Santa Marta otro grupo de niños. Unos y otros, ya en vacaciones escolares, subían alegres las empinadas montañas, como si estuviesen en una excursión colegial.  

Desde los llanos y las sabanas costeras ascendieron sucesivas colinas a través de caminos de piedra alumbrados por una inmensa luna llena. El grupo andino subía guiado por una brillante estrella teniendo como líder a un tamborilero. Mientras que el otro grupo, el de la Sierra, desde las sabanas caribes seguían a la misma estrella y a un niño montado en su burrito sabanero. Ambos, con su séquito de alegres y dichosos niños acompañantes, buscaban conocer al amanecer del nuevo día el salvador mensaje de la “Buena Nueva”. Osos de anteojos y bandadas de loros pechiamarillos formaron parte de las excursiones, a la que sumó una docena de pericos ligeros que en los árboles tuvieron que aligerar su cotidiana marcha. 

Subían y subían por las colinas cuyos caminos parecían bendecidos para hacerles a ellos llevadera su santa búsqueda. Eran caminos con alguna bendición especial, caminos en los que estaban protegidos por frondosos árboles, bendecidos por infinidad de plantas de flores aromáticas y por nutritivos frutos que habían surgido,  de manera espontánea y algo milagrosa, para ser testigos del más grandioso acontecimiento vivido por la humanidad: la llegada del hijo de Dios, de la familia del rey David, a la tierra en su condición de ser humano, con su mensaje de unión, paz y salvación, mensaje conocido como la «Buena Nueva».  

Mientras ascendían invocaron la protección del profeta Daniel quien en cautiverio conoció, en temibles circunstancias personales, las bondades de su Dios y la protección segura, innegable e infaltable que Él ofrece a todos los que se mantienen fieles a sus mandamientos. Sabían los niños de ambos grupos que, como Daniel, si mantenían su fe en Dios no correrían ningún peligro porque tendrían en todo momento su santa y fiable protección. Esos caminos, llenos de penetrantes y ricas fragancias, parecían aplaudir y alabar la inminente llegada del mensaje de esperanza que trae El Salvador cada año. 

En el ascenso a las montañas les llegó la noche con la belleza que encierran los objetos celestiales desde la creación.  Era una noche llena también de ricas esencias que caían del cielo como si fuesen incienso. Olor que se confundía con la alegría interior que experimentaban los niños en  cada uno de los dos grupos: el del tamborilero llamado Diego, igual que aquel hombre que llegó a ser uno de los 12 apóstoles, y el del niño que iba montado en el burrito sabanero de nombre David, que para la ocasión  no podía ser más apropiado ya que tenía el mismo nombre del rey David, de cuyo linaje descendía el Divino Niño, el mismo Dios que renace y renacerá en cada diciembre por los siglos de los siglos, porque la esperanza de la salvación prometida se renovará cada año hasta el fin de los tiempos.   

Alcanzadas las cimas montañosas, desde las alturas pudieron los niños de uno y otro grupo mirar hacia lo lejos la brillante estrella que entonces se paseaba sobre el caudaloso y vibrante río, llamado el «Río de la Patria» el cual, con sus sacros meandros, construía mágicos mensajes de paz y amor. Reconocieron que era un rio de aguas sagradas, como aquellas con las que bautizaba San Juan Bautista, dotado de una mágica corriente de agua pura y cristalina iluminada por la divinidad. 

Marcaba ese río el camino hacia la dicha que estaban buscando en esa afortunada noche brillante, que recordaba la más gloriosa y santa que jamás haya vivido la humanidad. Llegaron al río, lo cruzaron en barcas facilitadas por generosos pescadores que también estaban abrumados por el muy especial acontecimiento que estaban viviendo. Como tributo al Dios Santo que iba a nacer liberaron la pesca de esa noche y ayudaron a los niños a recoger en la otra orilla los mensajes de paz, esperanza y amor que el caudal de agua bendita portaba y depositaba con suavidad en sus márgenes.  Los guardaron en sus corazones y continuaron su camino cantándolos para  diseminarlos por todo el mundo para que llegasen a todos los hombres de buena voluntad, para que con ellos se construyera una paz inmarcesible en la tierra, para que la relación entre humanos y naciones se guiase por la concordia, para que la pobreza, la exclusión, las pandemias y las enfermedades no azotaran más a la humanidad, para que todos pudieran vivir en armonía con la naturaleza y con los mandatos de la divinidad suprema. 

El niño David, el que cabalgaba sobre el burrito sabanero, terciaba un acordeón sobre su pecho y llevaba posada sobre su hombro derecho a una alegre guacamaya de bellos y radiantes colores amarillo, azul y rojo. David estaba acompañado por otro que tenía un sombrero vueltiao, elaborado con hojas de caña flecha, quien llevaba una guitarra pequeña de cuatro cuerdas, llamada precisamente “Cuatro”, a su lado andaban con entusiasmo raudal una niña que tocaba una pandereta, otra que sonaba una rítmica y dulce armónica, un niño que marcaba compases con una gaita y por el que sonaba un par de maracas. Al unísono cantaban: 

Con mi burrito sabanero voy camino de Belén. 

Si me ven, si me ven, voy camino de Belén. 

El lucerito mañanero ilumina mi sendero, 

con mi cuatrico voy cantando, mi burrito va trotando. 

Recordaron los excursionistas la historia del niño pobre que en el siglo XII se ganaba la vida tocando un tambor, quien alguna vez quiso hacerle un regalo en Navidad al Niño Dios, pero no tenía nada, excepto la música de su tambor. El Niño Divino aceptó el regalo musical y la Virgen María le entregó una rosa. Ese hecho de amor, humildad y ternura dio lugar muchos siglos después a uno de los villancicos más cantado en todos los lugares e idiomas del mundo conocido como «El Juglar de Nuestra Señora», «Villancico del Tambor», «El Niño del Tambor», «Carol of the Drum» y «El Tamborilero». Así, con esa recordación cantaron al unísono con júbilo: 

El camino que lleva a Belén
baja hasta al valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver su rey
le traen regalos en su humilde zurrón.
Ha nacido en un portal de Belén
el Niño Dios. 

Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade Señor.
Mas, tú ya sabes que soy pobre, también
Y no poseo más que un viejo tambor
En tu honor, frente al portal tocaré
con mi tambor. 

El camino que lleva a Belén
yo voy marcando con mi viejo tambor:
nada mejor hay que te pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor,
Cuando Dios me vio tocando ante Él,
me sonrió. 

Todos, inundados de piedad y santa alegría, acompañaban el canto al final de cada estrofa, como en una marcha escolar, con el coro:   

Ropo-pom-pon, ropo-pom-pon, 

ropo-pom-pon, ropo-pom-pon, pon. 

Rum pum pum pum, rum pum pum  

pa rum pum pum pum, pum, pum. 

Una vez que el rey de los astros se ocultó, sus rayos se apagaron y se fueron a descansar para el día siguiente anunciar con su dorado brillo un nuevo día, el día de la Santa Esperanza. Diego, el tamborilero, tocaba su instrumento acompañado por su grupo de niños y niñas con flautas, requintos, panderetas y platillos. David, el del burrito sabanero, era acompañado con los instrumentos musicales de su grupo. Como si a los dos grupos un santo hálito los hubiese cubierto, unido y congregado para cantar, entonaron al unísono “Noche de Paz” sintiendo ellos que, a la vez, lo hacía toda la humanidad:  

Noche de paz, noche de amor, 

todo duerme alrededor 

entre los astros que esparcen su luz 

viene anunciando al Niño Jesús 

brilla la estrella de paz 

brilla la estrella de paz. 

Noche de paz, noche de amor, 

todo duerme alrededor, 

sólo velan en la oscuridad 

los pastores que en el campo están; 

y la estrella de Belén 

y la estrella de Belén. 

Noche de paz, noche de amor, 

todo duerme alrededor 

sobre el Santo Niñito Jesús 

Una estrella esparce su luz 

brilla sobre el Rey 

brilla sobre el Rey. 

Noche de paz, noche de amor, 

todo duerme alrededor 

fieles velando allí en Belén 

los pastores, la Madre también 

y la estrella de paz 

y la estrella de paz. 

Se llenó de alegría el bello amanecer que mostró el alba con verdes, amarillos y rosados arreboles precediendo al astro rey que luego se asomó sobre el horizonte acicalándose y refrescando sus rayos sobre las cumbres nevadas de los Andes y de la Sierra antes de emprender su trabajo diario para asegurar un fresco y agradable día de Navidad a todos los hombres de buena voluntad en el mundo. Nació un nuevo día. Se oyeron en todas las latitudes las dulces voces y también el sonar de las maracas, flautas, armónicas, acordeones, requintos, panderetas y demás instrumentos musicales. Era el anuncio de la llegada de la Navidad. 

Con villancicos se llenaron de alegría los habitantes en la tierra. Son los cantos que acompañan a los ángeles con sus trompetas cubriendo todo el cielo cuando cada año en Belén nace el Niño Salvador. Los villancicos son mensajes de alegría para ungir con la bendición divina a todos los seres humanos. El gozo y la alegría se siente en todo el planeta y también los reciben los seres vivos que acompañan a todos los humanos creyentes o no. La bondad y el perdón divino les puede llegar a todos. 

Alegres y recorridos de santa paz regresaron los niños a sus llanuras, sabanas y a sus hogares donde cantaron muchos villancicos. Rezaron el último día de la novena al Niño Jesús con invocaciones, separadas por sucesivos cantos de villancicos: «Con fe y oración, te pedimos todos nuestra conversión». «Pequeños y grandes en gran procesión, venimos alegres a hacerte voto de fe». «Los niños todos con gran persuasión, radiantes de anhelos venimos a ti como nuestro Salvador». «Invocamos tu protección a ti Mesías el Gran Redentor».   

Vivieron los dos grupos de niños expedicionarios la dicha de recibir el surgimiento de un nuevo amanecer para todos y conocer los mensajes de la «Buena Nueva».    Ambos grupos que habían subido las montañas por caminos diferentes llegaron a la conclusión muy cierta de que todos los caminos llevan a Él.  Como reconocimiento a ese sagrado hecho rindieron alabanzas, dieron gracias al Dios Padre y entonaron este villancico: 

En las minas del rey Salomón 

encontré un piadoso león, 

iba en el camino de Belén 

a adorar al rey del Edén. 

Los ángeles tocan su lira 

y los santos sus timbales 

cantan a Jesús en su divina cuna 

humilde y santa como ninguna. 

al Salvador Rey de Israel. 

Un niño pastor lleva su rebaño  

galgos y burritos lo acompañan 

todos los caminos llevan a ÉL, 

al Salvador Rey de Israel. 

Brillaba la estrella en noche buena 

una luna en su sendero                

faro divino al pastor viajero  

revelando al Dios verdadero. 

Al final de cada estrofa en  coro cantaban:           

Bella y Bendita es la Navidad, 

cantemos a Jesús en su día 

todos los caminos llevan a ÉL, 

al Salvador Rey de Israel. 

En los llanos y montaña y en todas las islas se iluminaron todos los hogares y todos los corazones. Todos se llenaron de la alegría pascual con la sagrada Navidad. 

Mientras tanto, alto muy alto en el cielo, los ángeles escribían sobre el oriente y occidente con nubes de múltiples colores: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad». Poco antes los arcángeles en el cielo norte y sur habían escrito: «Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor». Y abajo, en todos los lugares de la tierra, se oyó cantar: 

¡Feliz, Navidad! ¡Feliz, Navidad! 

¡Feliz, Navidad! ¡Feliz, Navidad! 

Alegre y feliz estoy 

la Navidad llega hoy 

el Niño Jesús nacerá 

 Buena Nueva traerá. 

¡Feliz, Navidad! ¡Feliz, Navidad! 

El rey Mesías pronto llegará. 

¡Feliz, Navidad! ¡Feliz, Navidad! 

nuestro hogar iluminará. 

¡Gloria a Dios en las alturas!