18 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Con la inteligencia distribuida se crea y se promueve el progreso colectivo

Enrique Batista

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

Toda manifestación de la inteligencia es un acto social. No existe la inteligencia en el vacío; ella siempre está conectada a acciones colectivas, requiere de otros para manifestarse. No tiene sentido una inteligencia individual, ya que todo comportamiento inteligente se apoya en experiencias sociales previas.  

Así concebida, la inteligencia como constructo social es el resultado de la evolución de la especie humana y como tal es una adquisición colectiva que refleja la rica variedad de expresiones según los distintos ambientes, tiempos, circunstancias particulares y culturas. El comportamiento inteligente se expresa de distintas maneras, hecho que no es reconocido por muchos que, desde su propia posición etnocéntrica, llamarían comportamiento impropio, torpe, atrasado o no inteligente a ciertas soluciones que desde otras culturas se dan o se proponen frente a determinadas necesidades o problemas planteados. Las formas que adquiere la inteligencia responden a comportamientos adaptativos y creativos de grupos culturales acordes con los desafíos y necesidades que se enfrentan en el diario vivir. Nosotros somos exitosos como especie en la medida en que actuemos como comunidades de aprendizaje. 

Las realidades de la diversidad de medioambientes, los factores genéticos y la variedad de alimentos altos en proteínas facilitaron el crecimiento del cerebro, lo volvieron con mayor complejidad para percibir, comprender, razonar, desarrollar lenguajes, construir conceptos, asumir sentido de identidad humano y cultural, y transformar al mundo circundante para satisfacer las necesidades de la especie. La inteligencia humana es, entonces, una construcción colectiva, es distribuida. Para la solución de necesidades o la expresión de manifestaciones en el arte, la literatura, la ciencia o la tecnología se requiere la concurrencia de las inteligencias individuales, cada una con su potencial de comprensión, transformación y creación. (https://t.ly/DmGD3). 

La unión de las inteligencias es el camino inicial para ser gregarios y, a la vez, ser solidarios y creativos.  Ella es la base para asegurar la continuidad de los conocimientos y de las tradiciones culturales, el comienzo de la formación como seres humanos educables, el comienzo de la escuela, del aprendizaje colaborativo y del aprendizaje grupal, porque los grupos aprenden y consolidan un conocimiento colectivo. 

Entonces, en la base del comportamiento inteligente distribuido está la capacidad de crear, porque la creación es la manifestación externa del comportamiento inteligente frente a aquellos retos que la naturaleza presenta a los seres humanos para poder vivir y alcanzar niveles óptimos de satisfacción material y espiritual. «La cognición, al igual que las herramientas, artefactos y sistemas simbólicos, son saberes compartidos por los individuos, de manera tal que el pensamiento estaría situado y distribuido socialmente en contextos particulares de intenciones e instrumentos.… la inteligencia distribuida está constituida por los recursos cognitivos del ser humano, además de todas las herramientas que ha desarrollado a lo largo de la civilización». (https://t.ly/NElRx). 

Se puede ser inteligente para la malevolencia y execración, para el daño a los demás o, por el contrario, para compartir bienes materiales y espirituales, para crear, construir, reparar o amar. Con frecuencia en las sociedades se valora como parte del éxito social el uso antisocial y perverso de distinta formas de comportamiento inteligente.  De ese modo, sacar provecho de determinados comportamientos adosados a un contexto específico, son acciones afines a la sagacidad o a la magia para engañar u ocultar; resultan ser impropiedades para el cual ningún ser humano debe alguna vez sentirse autorizado para generar ganancias personales. Es una forma de contracultura, de ausencia de formación ética y de respeto a los demás. 

No tiene sentido el concepto,  que predomina entre algunos, de considerar como  comportamientos inteligentes aquellos en los que se incurre para provecho egoísta propio, ya que la inteligencia, como se anotó, tiene  en su origen un insustituible componente social con el cual se fundamenta el progreso  y bienestar colectivo, por lo que  la inteligencia, como tal, sólo tiene sentido humano en sus manifestaciones colectivas, en los comportamientos para el progreso de todos y en la mejora de las condiciones de vida de las respectivas culturas y de la colectividad global de las personas.  

Un conjunto de habilidades específicas concurre hacia el comportamiento inteligente sano. En el contexto de la sociedad informatizada, ellas permiten acceder, procesar y crear, a partir del libre acceso a las variadas forma de información, conocimientos apropiados y útiles, con valía social, promoviendo y elevando los potenciales cognitivos y las habilidades socioemocionales, a partir de las cuales se desarrollan los modos y estrategias para aprender de modo continuo y se fortalecen la actitud y volición compleja para seguir aprendiendo,  porque la inteligencia nunca se detiene.  

Ha sido habitual que cuando se considera el constructor de inteligencia y se acude a su medición, usualmente se hace con el objeto de clasificar, de excluir o de señalar supuestos rasgos negativos de las personas. En muchos contextos, incluido el escolar, cualquiera que sea el criterio de acreditar la inteligencia que se use o se aplique puede tener la intención de promoción de ella para fines personales y sociales o la indebida clasificación o exclusión de muchos con criterios de intolerancia, marginación, intolerancia y hasta de chauvinismo racial. 

En la escuela, esto último es un despropósito contrario a la dignidad humana, a la sana y pacífica convivencia, a la valoración positiva de las diferencias personales y culturales  y a los fines de facilitación del progreso de cada alumno independiente de sus habilidades iniciales. Se ha desconocido el  principio universal de que aprender es un derecho, que  todos tenemos la capacidad innata de aprender y que  la inteligencia se manifiesta de distintas formas frente a diversas necesidades, problemas y desafíos que se presenten. Una de ellas es la que se expresa en las escuelas asociada a progresos académicos, pero que su valoración está anclada a prácticas pedagógicas desuetas, con abierta omisión o consideración de que los ritmos de aprendizaje son individuales y diferenciados que condicionan los niveles de motivación y los modos como se aprende. 

Una inteligencia asociada al mundo académico no tendrá seguramente mucha utilidad en los modos de supervivencia en ambientes extraños si se carecen de las experiencias previas o de las herramientas necesarias. Ahí juega papel importante la intuición, la creatividad y adaptabilidad de la persona, tres elementos que están presente en todos los seres humanos, en todas las culturas. Con flexibilidad cognitiva y actitud positiva, habida cuenta del contexto, es posible afectar los modos en que se manifieste el comportamiento inteligente frente a determinadas y desconocidas circunstancias.  

Si la escuela, con anacronismo hoy nada justificable o tolerable, «dicta» información insuficiente, desactualizada o descontextualizada, no crea espacio para que los alumnos expresen y desarrollen su alto potencial de los muy variados comportamientos inteligentes. Con crueldad, existirá la persona que diga que algunas prácticas escolares embrutecen. No es culpa de los alumnos, sino de las creencias sociales y prácticas pedagógicas que son, al menos, inanes, y que por su propia fútil naturaleza no fomentan el pensamiento creativo, ni las expresiones volitivas que incrementan la motivación para aprender y crear. 

Se puede afirmar que una variedad amplia de manifestaciones de la inteligencia depende de la posibilidad de acceder a los recursos que se requieren para satisfacer necesidades o resolver distintos problemas en variados contextos. Esos modos particulares de abordar soluciones pueden verse ahora observado en el uso de recursos tecnológicos, contexto en el cual personas clasificadas antaño como inteligentes pueden aparecer como lentos o incompetentes. Esto se ha hecho más evidente por los avances en el campo de la inteligencia artificial que han llevado a una redefinición del constructo inteligencia, y a una forma de ella distribuida para enfrentar, con eficiencia de tiempo y esfuerzos, el aprendizaje y la solución válida de problemas complejos.