23 septiembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Cómo se entrega una virginidad periodística

Haga Click

Image Map

Por Rodrigo Pareja 

No cabe duda que la revista Semana es una de las publicaciones que gozaba de mayor influencia y poder en Colombia, donde la mayoría de medios de comunicación han equivocado en los últimos tiempos su labor informativa, equilibrada y decente, por el afán comercial y su apego sin límite a los gobiernos de turno. 

Para no quedarse atrás de esa desafortunada tendencia, sobre todo en lo que tiene que ver con la obsecuencia sin límites al poder, Semana dio el pasado domingo un monumental paso, a costa de su prestigio y sus ya difuminadas líneas de imparcialidad y equidad. 

Cual doncella predispuesta y ansiosa por la desfloración que sobrevendría, se entregó plena y entera al ávido pretendiente, que gozoso y agradecido, se regodeó hasta el cansancio ayudado por dos excelentes mucamas. 

Dos horas y medio entregadas sin pudor alguno al ex presidente y presidiario Álvaro Uribe, cabalgando en su sola versión y espoleado por dos amazonas incondicionales, sirvieron para patentizar cómo la otrora neutral Semana, echaba por la borda todos sus antecedentes y se matriculaba de una vez por todas en una de las dos estúpidas, cerreras y peligrosas corrientes que tienen dividido al país. 

Más que un reportaje fue algo parecido a esas separatas publicitarias y pagadas que hace algunos años editaban los periódicos, pero que ahora en tiempos más cercanos podría ser una especie de folletín que se denominara “Como se entrega una viriginidad periodística”. 

La función primordial del periodista es informar con honestidad, equilibrio e imparcialidad; y en tratándose de reportajes, preguntar con respeto pero con intensidad, indagar hasta el cansancio, confrontar, cuestionar y no servir de idiota útil al personaje. 

Y mucho menos a ciencia y conciencia, sirviéndole en bandeja de plata las preguntas convenidas, o preparadas con el mismo personaje, quien así puede deslizarse a su amaño y sin contratiempo alguno por la pista artificial de sus conveniencias. 

No puede excusarse a las dos amanuenses del cuento diciendo que desconocían tales preceptos capitales del buen periodismo, muchas veces aplicados y puestos en práctica por ellas mismas en afortunados trabajos, eso sí, cuando transitaban el camino difícil y honesto de la profesión y no se habían entregado concupiscentes al amo de turno. 

¿Se imaginan los lectores cómo sería el grito en el cielo si un reportaje parecido, suavecito y convenido se hiciera con Iván Cepeda de personaje y María Jimena Duzán y Cecilia Orozco como periodistas? ¿Y, es más, si habría medio capaz de realizarlo? (Opinión).